
China redux, por juan claudio de ramón
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Si las previsiones se cumplen, en 2049, cien años después de la fundación de la República Popular, CHINA SOBREPASARÁ A ESTADOS UNIDOS COMO LÍDER ECONÓMICO del mundo. Una vertiginosa historia
de ascenso para quienes dimos la hegemonía americana por hecho familiar e irrevocable, pero que en la mirada de Pekín, templada en el tiempo cíclico, solo corrige una aberración histórica:
el momentáneo eclipse de China en la cúspide mundial, secuela del llamado «siglo de la humillación», cuando la valetudinaria dinastía Qing se dejó desvalijar su soberanía y poderío por los
países occidentales. El renacido afán de dominio ni siquiera ha de verse, a ojos de la nomenclatura china, bajo el signo de la revancha: se trataría más bien de volver a la normalidad. Del
Imperio del Centro no puede esperarse algo distinto que estar en el centro. Cierto: del AUGE CHINO se lleva hablando años, décadas. Pero ¿cuánta gente, incluso entre el público lector de
periódicos, tiene bien tomadas las dimensiones de la crecida? Yo no las tenía y buscaba material didáctico para desasnarme. Lo he encontrado en _Estrategias de Poder: China, Estados Unidos y
Europa en la era de la gran rivalidad_ (Deusto, 2020), un fibroso volumen a cargo del diplomático español Fidel Sendagorta, absolutamente recomendable para entender al actual momento
internacional. Una de las tesis fuertes del libro es que la creciente presencia de China en el mundo no es un conjunto desparramado y cacomorfo de iniciativas, sino que responde a una visión
estratégica clara y estable: la de crear un nuevo orden mundial en que la democracia liberal ya no puede reclamar la superioridad moral y con Eurasia como nuevo centro de gravedad
económico. Un mundo, resume Sendagorta, «donde el autoritarismo esté a salvo». La estrategia se sostiene en dos robustos pilares: la «Iniciativa de la Franja y de la Ruta», omnívoro programa
inversor destinado a recrear un corredor logístico euroasiático, y el programa «Made in China 2025», orientado a producir domésticamente todos aquellos bienes de alta tecnología en los que
China todavía depende del extranjero, y, en particular, de Estados Unidos. Tal vez lo que más me ha impresionado de la PANORÁMICA OFRECIDA POR SENDAGORTA es la sensación de implacable
coherencia que desprende la actitud china. Un país que conoce su interés nacional y traza un camino para obtenerlo es un espectáculo poco frecuente en estos tiempos. Lo dice bien Sigmar
Gabriel, citado por el autor: China es hoy por hoy el único país del mundo con UNA ESTRATEGIA GLOBAL PENSADA A LARGO PLAZO, algo de lo que no se le puede culpar. Cierto: al contrario que la
URSS, China es una nación «particularista», no muy interesada en hacer proselitismo ideológico. Pero a nadie se le escapa el poderoso deseo de emulación que puede inducir en terceros Estados
una autocracia convertida en poderosa máquina económica. Pronto podrían ser ciudadanos europeos los que dieran en pensar que no importa el color del gato mientras cace ratones: desde la
entrada de capital chino, el puerto griego del Pireo se ha convertido en el séptimo de Europa por número de contenedores. El libro de Sendagorta aporta, de manera concisa y ejemplarmente
ordenada, todo tipo de datos, tendencias y dilemas que tener en la cabeza al hablar de la expansión China. El ramaje impresiona: de Venezuela a Yibuti, de Groenlandia a Grecia. La pisada de
un dragón que ya no quiere, como en época de Deng, ocultar sus capacidades, y se aprovecha de las asimetrías del terreno (tres de cada cuatro inversiones chinas en Europa desde el año 2000
no habría sido autorizadas en China). En el horizonte, «UN MUNDO BIFURCADO», DESAGREGADO EN ESFERAS REGIONALES DE INFLUENCIA, con ese pequeño apéndice geográfico de Eurasia llamado Europa en
posición vulnerable. Precisamente el libro se cierra con un elenco de meditadas propuestas para que la Unión Europea maximice sus fuerzas y abroquele su propia estrategia común: una
ecuación donde el refuerzo de la competición sea condición de una mejor cooperación. Se trata de una lectura, en suma, de lo más útil para entender el mundo de hoy y avizorar el de pasado
mañana, aquel en el que vivirán nuestros hijos.