
Javier bardem se transforma en ‘being the ricardos’
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CUANDO VEO TUS PELÍCULAS, A VECES ME OLVIDO QUE ESE PERSONAJE EN LA PANTALLA ERES TÚ QUE ESTÁ ACTUANDO. ME PASÓ EN _BEING THE RICARDOS_ Y TAMBIÉN CON _SKYFALL_. ES COMO SI HICIERAS UN TRUCO
DE MAGIA, UN ARTILUGIO. ¿CÓMO LO LOGRAS? Muchas gracias, porque lo mejor que le puedes decir a un actor o una actriz es que te crees lo que hacen. También te podría apuntar a mucha gente que
te diría lo contrario [risas]. Cada uno tiene su gusto y una reacción a lo que ve. Esa es la maravilla, la subjetividad de lo que vemos; la creatividad vive de eso. Lo que para ti es bueno,
para otro es insuficiente y viceversa. Había gente en la Francia de los años 30 que no compraba los cuadros de Picasso porque decían que eran un mamarracho. Al final el objetivo es intentar
quitarse de en medio. Cuanto más mayor te haces, más difícil es. Así como en la vida nos vamos llenando de trucos, tics, resortes, cosas que se nos van quedando pegadas como magnetos al
cuerpo y usamos en la vida y el arte. Es un trabajo vislumbrar qué es eso tuyo que le hace flaco favor al papel que vas a interpretar. Me ayuda tener a mi maestro de interpretación, el
argentino Juan Carlos Corazza, con el que preparo los personajes hace más de 30 años. Él tiene los ojos de afuera que me dicen: ‘Esto ya lo he visto, ya lo hiciste antes’. Y al mismo tiempo,
somos lo que somos. Yo soy mi cuerpo, mi voz. La cara de bruto que tengo, esta voz raspada, este andar de pingüino. Es inevitable que arrastre lo mío, son mis herramientas de trabajo. Lo
importante es que de pronto toque algo que no haya tocado nunca. Eso, con tanta experiencia y años de trabajo, es lo que tú llamas magia y todos queremos lograr en algún momento. TU VERSIÓN
DE DESI ARNAZ ES DE UN HOMBRE CONTRADICTORIO, LLENO DE MATICES. Cuando lees su autobiografía, te das cuenta de toda la complejidad que conlleva, y también algo que es importante: cómo y
dónde fue educado, qué idea de la masculinidad le inculcaron. Su tío lo llevó a iniciarse con prostitutas siendo muy joven y esto fue celebrado como algo bueno. Son formas de posicionar a la
mujer que te marcan. Y también era alguien de una sensibilidad extraordinaria, capaz de hacer esa música y cantar, ser el alma de la fiesta, llevar una productora de cine y televisión
siendo extranjero y al lado de una mujer. Algo que no se había visto antes. Pude hablar con su hija, y todos me contaron que era un tipo muy amoroso, cercano y divertido. Era pura emoción e
impulso, y no podía tampoco frenar esa impulsividad sexual. No lo quiero justificar, sólo explicar que son muchas complejidades tomando lugar en una sola persona. Como todos nosotros. AL
FINAL DE LA PELÍCULA HAY UNA ESCENA QUE INVOLUCRA LA POSIBLE INFIDELIDAD DE DESI, Y TU EXPRESIÓN EN ELLA ES INOLVIDABLE. ¿CÓMO FUE FILMAR ESE MOMENTO? Ahí se resuelve toda la película.
Venimos de rescatar al personaje de Lucille Ball, de limpiar la pizarra y empezar de cero, y cuando estamos en plena celebración sucede eso. Esa cara –tanto de él como de ella– tenía que
expresar eso: hasta aquí hemos sabido llegar. Aun amándonos, no podemos estar juntos. Es una escena muy bien escrita, que se rodó al tercer día de la filmación. Yo había conocido a Nicole
cuatro días antes. Esa es la parte cuando te preguntas, cómo se hace esto. Me acuerdo que le entramos a esa escena como leones, sin apenas conocernos. Nicole es una grandísima compañera y
Aaron nos ayudó a proteger el espacio. La orquesta estaba en el set y le pedimos que tocaran el tema de _I Love Lucy_ para meternos en la urgencia de la situación en los personajes. No
podemos resolver esto ahora, tenemos que salir al escenario.