
'neruda' con gael garcía bernal y luis gnecco
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El carácter lúdico se hace manifiesto desde la primera secuencia. Es 1948. El aclamado poeta y senador por el partido Comunista, Pablo Neruda (Luis Gnecco) camina entre los pilares de mármol
del imponente edificio del Congreso chileno; es aclamado a su paso y capturado por las cámaras. Él sonríe y saluda mientras se dirige… al baño. Mientras orina, varios de sus colegas, que
también están ahí departiendo alegremente, lo increpan; le reclaman las duras palabra que usó públicamente en contra del presidente Gabriel González Videla. Pero no hay nada amenazante en
sus acusaciones; los intercambios son ingeniosos juegos verbales a los que Neruda responde en especie. Todos ríen. Está claro que el poeta e hijo de obrero de ferrocarriles está ahora entre
pares. El surreal escenario subrayado por el tinte sepia de la imagen y la cámara que sigue la actividad como si fuera un partícipe más, señala unívocamente la cercanía con el poder que
había alcanzado quien siempre lo denunció. La siguiente secuencia confirma que Neruda transita cómodamente por los lujosos pasillos del poder, de esa burguesía a la que atacaba desde la
oposición. En una fastuosa fiesta de disfraces en su lujosa casa, Neruda brinda con champagne y recita sus poemas para beneplácito de los invitados. Pero no es él quien narra la historia
sino Óscar Peluchonneau (García Bernal), el prefecto de la policía a quien el mismo presidente González Videla (Alfredo Castro), le encarga que persiga a Neruda. Se le amenaza con quitarle
el fuero para que pueda ir a la cárcel y pagar por su insubordinación al gobierno. González Videla acaba de aprobar una ley declarando ilegal al partido Comunista, el mismo que dos años
antes lo ayudó a llegar al poder. Peluchonneau es un personaje salido de una farsa. Recibe la enmienda —nos lo dice él mismo pomposamente en voz en off— como si hubiera sido asignado a la
conquista de Egipto. Peluchonneau conoce de la importancia de Neruda; él mismo se clasifica como una especie de artista. En el mediocre policía está refractada la imagen siniestra del nuevo
escenario político que se apodera a pasos agigantados de la realidad chilena. Entretenimiento Paramount+ 10% de descuento en cualquier plan de Paramount+ See more Entretenimiento offers >
Peluchonneau es un invento tan genial como el personaje de la novela de Alberto Moravia _El conformista_. Es el hombre mediocre y resentido al que la retórica populista ensalza como
vigilante heroico de los valores supremos del “pueblo”. Peluchonneau confunde el uniforme con su propia importancia. Capturar a Neruda sería rozarse con la historia, elevarse por encima de
ese engranaje de la masa exaltada por el fascismo. Aunque supuestamente persigue a Neruda, el detective no busca sino esconde sus propias limitaciones. Su delirio de grandeza es equiparable
a sus torpes intentos por atrapar al poeta. Peluchonneau se tropieza sobre sus propios pasos, que no lo llevan más que a dar una vuelta en círculo. Pero Neruda también se engaña; toma la
amenaza que se cierne sobre él (y sobre su país), a la ligera. Lo peor es que con la ayuda de sus múltiples amigos, logra vivir dentro de la clandestinidad manteniendo el confortable estilo
de vida al que se había acostumbrado. Siempre hay un momento en las películas de Pablo Larraín que apuntan directamente al universo de significado que solo se sugiere en el resto de la
trama. Ese momento en _Neruda_ ocurre cuando el poeta, acudiendo a una reunión clandestina del partido Comunista, departe alegremente con sus correligionarios, haciendo dos de sus
actividades preferidas: comer y brindar. En esas está cuando se le acerca Silvia, una humilde militante. Ya medio borracha Silvia le pregunta: “Cuándo llegue el comunismo, ¿todos vamos a ser
como usted o vamos a ser como yo, que he limpiado los baños de los burgueses desde que tengo 11 años?” Al final esa es la gran pregunta que define a la cinta: ¿qué tan cerca están los
mundos de Peluchonneau, hijo de una prostituta que encuentra en el fascismo su respuesta, y de Silvia, una sirvienta que la hace en el comunismo, del poeta? Ese es finalmente el
cuestionamiento implícito de _Neruda_: la enorme distancia que hay entre las hermosas palabras y la realidad de aquellos a quienes están dirigidas, y a quienes pretenden “salvar”. Es por eso
que el detective nunca podrá alcanzar a su presa.