Efectos de la salud de las personas que cuidan un ser querido

Efectos de la salud de las personas que cuidan un ser querido


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Solo una persona dedicada a cuidar de otra puede enumerar los efectos del esfuerzo físico y el consumo constante de energía que se invierten en esta labor. Los síntomas pueden incluir la


fatiga y el cansancio, el insomnio, la pérdida de peso, y los dolores de espalda, cabeza o abdominal. Estos se perciben fácilmente, pero los que no se perciben son los que suceden a nivel


celular. Es ahí donde ocurre un daño silencioso y constante debido a un exceso de demandas que la persona que cuida no logra equilibrarlas con el descanso. Al igual que la hipertensión,


conocida popularmente como “el asesino silencioso” por no mostrar ningún síntoma hasta haber causado lesiones graves en algún órgano, el estrés y la tensión crónicos son responsables de la


activación de múltiples hormonas que, con el tiempo, dejan de actuar como mecanismos reguladores y de defensa del organismo, para convertirse en la causa de enfermedades y disfunciones, que


no notamos hasta que se presentan los síntomas. Nuestro cuerpo está acostumbrado a resistir una gran cantidad de tareas y trabajo, e incluso responde de maneras que nos permite tolerar


algunas demandas físicas como un poco de hambre, sueño, sed y cansancio. Sin embargo, cuidar de alguien y equilibrar varias responsabilidades deja de ser —con el tiempo— una tensión


pasajera. Cuando se vuelve estrés prolongado, la sobreproducción hormonal empieza a tener efectos destructivos como el hecho de causar o agravar los siguientes problemas: * Inmunosupresión:


Sucede cuando disminuye el número de células y productos altamente especializados que nos protegen contra las enfermedades. El estrés continuo nos hace más susceptibles a las infecciones. *


Hipertensión: La presión arterial alta puede causar la enfermedad de las arterias coronarias, insuficiencia cardiaca, derrames cerebrales, insuficiencia renal y otros problemas. *


Aterosclerosis: Los depósitos de grasas, colesterol, calcio y otras sustancias en las paredes de las arterias pueden causar problemas graves cuando también está elevada la presión arterial a


consecuencia del estrés. Esta es una de las causas comunes de los ataques cardiacos y cerebrales. * Dolores de cabeza y migrañas: Resultan a causa de esfuerzos excesivos, tensión continua


de los músculos del cuello y cuero cabelludo, y un estado de tensión constante. * Úlceras pépticas: Resultan a causa de una cantidad excesiva de ácido como respuesta a la sobreproducción


hormonal. * Desordenes metabólicos como la diabetes: Uno de los efectos de la hormona cortisol es inhibir la secreción de la insulina, que disminuye la capacidad de las células de


transportar glucosa (azúcar) para que la usen normalmente las células del cuerpo. * Disfunción eréctil: Cantidades excesivas de la hormona adrenalina (vasoconstrictor) reducen la capacidad


circulatoria necesaria para lograr una erección. * Fatiga y fibromialgia * Irregularidad menstrual * Obesidad * Aceleramiento del envejecimiento * Depresión Para hacernos cargo de la


responsabilidad de cuidar a los nuestros debidamente, debemos reconocer que nuestros mecanismos de defensa tienen su límite. Jamie Grill/Blend Images/Corbis Para hacernos cargo de la


responsabilidad de cuidar a los nuestros satisfactoriamente, debemos reconocer que nuestros maravillosos mecanismos de defensa tienen su límite. Exceder ese límite constantemente —al no


permitirnos una oportunidad de descanso para recuperar energía y esforzarnos en relajarnos— hace que las respuestas hormonales del cuerpo se conviertan en mecanismos generadores de


enfermedad. Te ofrezco 10 estrategias sencillas para ayudar a que las hormonas que produce tu cuerpo retornen a niveles normales y te sientas mejor: 1. Haz el esfuerzo de tomar descansos


regulares. Tomarse una siesta si se tiene la oportunidad es un regalo que uno debe darse a sí mismo. 2. Recuerda respirar profundamente, es decir, aprende a hacer respiraciones


diafragmáticas y otras técnicas que te permitan respirar más lento y disminuir el ritmo cardíaco. 3. Evalúa tu tiempo y horarios. Incluye, además, una actividad física que disfrutes. Ir a un


gimnasio varias veces a la semana no es una solución realista para muchas personas, pero tal vez sí lo sea bailar en la sala de tu casa, al menos unos 15 o 20 minutos cada día.