Sentimientos cuando finaliza el cuidado de un ser querido

Sentimientos cuando finaliza el cuidado de un ser querido


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CON LA MUERTE, QUIZÁS SE TERMINE LA PRESTACIÓN DE CUIDADOS, PERO NO LA RELACIÓN CON EL FAMILIAR A QUIEN CUIDASTE: la cara bonita de mi madre, su voz con acento del Bronx y su amor por el


helado de vainilla todavía permanecen claros en mi mente. Y también lo están nuestros intercambios verbales a veces insolentes, a veces acalorados. Nada de eso ha muerto para mí. Eso prueba


la importancia de otra máxima: Piensa a largo plazo —siempre—. Los cuidadores deben practicar cierta “preretrospectiva”, al contemplar cómo mirarán y juzgarán su propio desempeño al cuidar a


su familiar cuando lo analicen años más tarde. Así se responsabilizarán más todos los días, si tienen en cuenta su propio juicio en el futuro. Ese fue uno de mis propios consejos que yo no


tomé en serio cuando me enfoqué en las peleas y los retos diarios. EL ENOJO ES DEMASIADO FÁCIL; LA TRISTEZA LLEGA MUY LENTAMENTE: las discusiones frecuentes entre mi madre y yo sirvieron


importantes funciones psicológicas para ambos. Nos mantuvieron interactuando intensamente, nos dieron una válvula de escape para dar salida a nuestras respectivas frustraciones y nos


permitieron evitar enfocarnos demasiado en la abrumadora crisis médica. Para mi madre —indignada sobre su pérdida de capacidades cognitivas y físicas, y de control sobre su vida—, fue más


fácil culparme a mí que enfrentar directamente lo que le sucedía. Para mí —horrorizado y consternado sobre el espectáculo de la lenta desaparición de mi madre—, pelear con ella fue mi manera


inconsciente de tranquilizarme porque ella todavía podía hacerme sentir su fuerte presencia. Sin embargo, el problema fue que a veces nos herimos demasiado los sentimientos mutuamente.


Hablar con franqueza entre nosotros sobre su estado de salud y las crecientes pérdidas podría habernos unido más en una triste comunión. PRUEBA CON UN POCO DE TERNURA: ese era el título de


una de mis baladas favoritas de música soul de Otis Redding de la década de 1960. Hubo pequeños momentos de cariño entre nosotros (un ligero toque en el hombro, compartir un sándwich


especial de pavo que a ambos nos encantaba y sentarnos en silencio juntos en un jardín de primavera), pero fueron demasiado poco frecuentes. Por suerte, también recuerdo esos momentos. No me


arrepiento de ellos. Los valoro. Solo hubiera querido que ella viera más de esos momentos.