
Los cuidadores que se enfrentan a una 'pérdida ambigua'
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PeopleImages/Getty Images Facebook Twitter LinkedIn
Él quería comprarles un piano costoso a los niños. Yo pensé que un teclado para principiantes serviría.
"Yo seré quien les insista a los niños para que practiquen", dije con los ojos en blanco. "Veamos primero si les gusta el piano".
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"Estás siendo tacaña".
¿Tacaña? Estaba a punto de dar una respuesta agresiva, y entonces me di cuenta.
"¿Estamos... discutiendo?". Me reí a carcajadas mientras mi esposo se veía confundido.
Hacía un año que no desafiaba a Bob o usaba un tono fuerte. Entonces comprendí que mi compañero de lucha había vuelto, mi cómplice intelectual, la persona que podía señalar mis defectos,
perdonar los golpes bajos y seguir amándome. Las discusiones nunca se habían sentido tan bien.
En el 2006, nuestro mundo cambió por completo cuando una bomba al borde de la carretera estalló junto al vehículo de Bob mientras cubría la guerra en Irak para ABC News. Cuando lo llevaron
al quirófano en Balad, la expectativa de vida no era buena. Había recibido mucha metralla en su cerebro y los cirujanos tuvieron que actuar rápidamente para salvarle la vida; tuvieron que
remover la mitad de su cráneo. Como tantos cuidadores que viven un trauma, todavía puedo sentir la forma en que mi corazón se torció y se astilló; todavía recuerdo la sensación de una línea
de demarcación entre el antes y el después. Durante sus 36 días en coma, mi mundo se redujo a nuestros cuatro hijos y a rezar para que mi esposo se despertara y pudiéramos saber lo que
quedaba de él.