
Mi proceso como cuidadora familiar después del duelo
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Más tarde, después de su muerte, me di cuenta de que cuidar y amar a mis padres fue una de las formas en que me había definido a mí misma, primero con el proceso de demencia de mi padre y
luego, tras su muerte, con mi madre. ¿En qué me convertía eso ahora? A mi edad, ya era una persona mayor. ¿Acaso el término “huérfana” se aplicaba a los 62 años? Mi madre aparecía
continuamente en mis pensamientos la semana siguiente a su muerte; la pérdida era como un zumbido sordo en el fondo de mi mente. Le encantaban los pájaros, sobre todo los cardenales, y de
pronto los veía por todas partes, con su cuerpo rojo en intenso contraste con la nieve. Cada vez que aparecían, me sentía consolada al imaginar su espíritu a mi alrededor, vigilante y
protector. Entretenimiento Paramount+ 10% de descuento en cualquier plan de Paramount+ See more Entretenimiento offers > Parecía una temporada de pérdidas, en muchos sentidos. En este
último cuarto de mi propia vida, podía catalogar las cosas que iban declinando: la fuerza física y la salud, la pérdida de amigos por enfermedades y lesiones, el trayecto truncado de la vida
que teníamos por delante. También había pérdidas existenciales: la pandemia, el calentamiento global, la sensación de caos en la política y el discurso social. Muchas cosas resultaban
confusas y tristes, más breves y preciadas. SE DISIPA UNA SOMBRA El primer mes nos mantuvieron en pie muchas cosas prácticas y tácticas que debíamos hacer. Teníamos que resolver lo de su
testamento, arreglar las cuentas, vaciar su apartamento para venderlo y concertar una fecha para el funeral. Las hijas seguíamos siendo una especie de cuidadoras que administrábamos las
secuelas de la muerte, y lo hacíamos con propósito y determinación. El “hacer” seguía vinculándonos a ella, pero también nos alejaba del hecho central de su pérdida, y entonces se produjo
una especie de entumecimiento. Hace poco, la hija de una amiga se despertó con un trastorno llamado síndrome de la nieve visual. De la noche a la mañana había aparecido una borrosidad en
todo su campo visual, como si mirara a través de un parabrisas en medio de una tormenta de nieve. A pesar de que era terrible, no le ocluía completamente la vista, pero todo quedaba fuera de
foco, por lo que tenía que esforzarse más para poder ver. Perder a mi madre en aquellas primeras semanas y meses fue así, sentimientos y emociones atenuados por un enfoque suave hasta que
poco a poco, como una tormenta de nieve que se aleja, todo empezó a ser más claro.