
Cómo tratar médicamente la soledad
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LA BÚSQUEDA DE UNA “CURA” PARA LA SOLEDAD Responder la pregunta de qué estrategias podrían mejorar la crisis de soledad es uno de los mayores desafíos que enfrentan ahora los investigadores
en este campo. “Debido a que no existe una sola causa, podrían requerirse enfoques muy distintos para abordar la soledad”, afirma Holt-Lunstad. Compara este desafío al que plantea la
obesidad, un problema de salud que también proviene de varias fuentes, entre ellas la alimentación, los aspectos genéticos y el entorno familiar. Además, comenta que al igual que la
obesidad, la soledad lleva consigo un estigma que dificulta los intentos de ayudar a quienes la padecen. Esa es otra razón por la que, al enfrentar este problema, ella prefiere hablar sobre
las conexiones sociales (en inglés) en vez de acerca de la soledad. “Esto ayuda a eliminar parte del estigma, porque la soledad implica de alguna manera que uno fracasó en el aspecto
social”, explica. “Pero si de lo que hablamos es de las conexiones sociales, estas se aplican a todos nosotros y son algo en lo que todos tenemos que esforzarnos. No se trata necesariamente
de señalar a alguna persona o grupo en particular. Es una escala continua, y cada uno de nosotros está en algún punto de esa escala”. En realidad, a Holt-Lunstad le gustaría que el estado de
nuestras conexiones sociales se considere de la misma manera que otros elementos de un estilo de vida saludable, como la alimentación y el ejercicio. Según los especialistas, las
investigaciones sobre las maneras de ayudar a las personas solitarias han tenido resultados desiguales. Parece ser que uno de los métodos más eficaces es la terapia conductual cognitiva, que
puede ayudar a una persona solitaria a entender cómo sus suposiciones y su comportamiento podrían funcionar en contra del deseo de conectarse con otros. John Cacioppo —un neurocientífico,
ya fallecido, que estaba casado con Stephanie Cacioppo y trabajaba con ella— y sus colegas pusieron a soldados que regresaban de Irak y Afganistán a realizar una serie de “ejercicios de
acondicionamiento social”; por ejemplo, les enseñaron a levantar la vista de sus celulares y hablar con las personas a su alrededor. La terapia conductual cognitiva por lo general se brinda
de manera individual en el consultorio de un profesional. Sin embargo, una forma de ayuda tan personalizada podría ser poco práctica para atender al número creciente de personas que se
sienten solas. Al mismo tiempo, soluciones más fáciles de lograr, como animar a las personas solitarias a conocerse mutuamente en un centro local para adultos mayores, pueden fracasar.
“Juntar a personas solitarias para que formen amistades no funciona, por dos motivos”, dice Cacioppo. “Primero, la soledad aumenta el egocentrismo. Y segundo, la soledad hace que la gente
sea más irritable y esté a la defensiva. Si juntas a dos personas solitarias, se odiarán mutuamente después de dos minutos”. Eso en parte se debe a que quienes se sienten solos no pueden
obtener lo que necesitan simplemente de la presencia de otras personas; lo que anhelan son “los valores principales y las experiencias de vida compartidas”, agrega. “Todos necesitamos un
testigo para nuestra vida y alguien a quien cuidar. Nuestra supervivencia y bienestar dependen de nuestro bienestar colectivo, no de nuestra fuerza individual. Es por eso que algo como el
voluntariado —tender la mano a los demás— en realidad ayuda”. Ilustración de Makoto Funatsu. Las comunidades rurales pueden ser una especie de laboratorio para explorar soluciones que
satisfacen la necesidad de contacto humano y el tipo de intimidad que hace que ese contacto sea significativo. Por ejemplo, el estado de Maine, con su población que está envejeciendo y vive
en sitios dispersos, está a la vanguardia de un enfoque que depende de la difusión comunitaria para identificar a las personas solitarias y mantenerlas conectadas. “Nos enorgullece que la
gente de Maine desea estar pendiente de sus comunidades locales y cuidarlas”, afirma Lenard Kaye, director del Centro sobre envejecimiento de University of Maine. “Quienes están pendientes
de ti son tus amigos y tus vecinos. El lector de medidores, el cartero y el peluquero se mantienen atentos a lo que pasa con los miembros de su comunidad”. ¿Podría encontrarse algo para
eliminar la soledad en la farmacia local? El que la soledad cause dolor no sorprende a quienes la padecen, pero cada vez resulta más claro para los profesionales médicos que ese dolor es
real, señala Naomi Eisenberger, profesora de psicología en UCLA. Si es así, ¿podría haber un tratamiento para el dolor? En un experimento, Eisenberger pudo monitorear la actividad cerebral
de voluntarios mientras competían en un juego computarizado en línea, lanzando una pelota a otros “jugadores” que de hecho eran computadoras. Cuando las computadoras dejaban de lanzar la
pelota a un voluntario, Eisenberger descubrió que a esa persona le aumentaba la actividad en las zonas del cerebro relacionadas con el dolor físico. Mientras más rechazados se sentían los
jugadores voluntarios, más “dolor social” mostraba su cerebro. Sin embargo, el cerebro de los participantes que tomaron acetaminofeno (Tylenol) antes del juego mostró menos actividad en las
áreas vinculadas al dolor. Ahora Eisenberger planea estudiar si reducir la respuesta inflamatoria del cuerpo podría a su vez disminuir la soledad que se siente. A los participantes del
estudio se les dará una dosis habitual de naproxeno (Aleve), un antiinflamatorio común de venta sin receta, por cuatro semanas, durante las cuales los investigadores examinarán sus niveles
de soledad. “Quizás Aleve pueda eliminar ese círculo de retroalimentación en el que la soledad puede aumentar la inflamación y la inflamación puede incrementar la soledad, y que según parece
nos vuelve más susceptibles a las experiencias sociales negativas”, señala Eisenberger. “Si le damos a la gente Aleve y tal vez ayude a reducir la inflamación, puede ser que cambie la
manera en la que ellos ven el mundo social; entonces, en vez de interpretar cada pequeño comentario como algo negativo, lentamente, con el tiempo, se sentirán un poco menos desconectados de
los demás, un poco menos solitarios”. Agrega que la esperanza es que no tengan que seguir tomando naproxeno para siempre. “Podrían tomarlo a corto plazo, romper este círculo y luego salir al
mundo y ser menos propensos a interpretar el entorno social de manera negativa”. Hay investigaciones que sugieren que algunos antidepresivos —los clasificados como inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina— podrían ayudar a disminuir la sensación de amenaza social que es el fundamento de la soledad a largo plazo. El equipo de Cacioppo está probando un esteroide
neuroactivo derivado de la progesterona. Pero no “como una cura mágica para la soledad”, dice. “Es para ayudar a acallar la mente que percibe amenazas en todos los lugares, para que el
tratamiento pueda trabajar con una mente abierta y flexible”. “Las consecuencias del aislamiento y de la soledad son graves: resultados de salud negativos, mayores costos del cuidado de la
salud y hasta la muerte”, dijo la senadora Susan Collins (republicana por Maine), quien preside el Comité Especial del Senado sobre Envejecimiento, durante una audiencia en el 2017. “Tal
como nos comprometimos a nivel nacional a reducir las tasas de fumadores en este país”, continuó Collins, “debemos explorar enfoques para reducir el aislamiento y la soledad”. “La soledad”,
menciona Cacioppo, “es la discrepancia entre lo que deseas de tus relaciones y lo que en realidad obtienes”. Para quienes se encuentran a la vanguardia de las investigaciones sobre la
soledad, el gran aumento en la concientización y el interés por parte del público es la señal más prometedora de que esta distancia puede acortarse.