
En la feria de sevilla sin salir de 'la solana'
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La verdad es que estas gentes de 'La Solana', las que habitan esos rincones más antiguos en los que se establecieron nuestros antepasados, son un poco raras, pues tienen
comportamientos y actitudes que hoy no son muy normales en la sociedad en la que vivimos, seguramente será herencia de aquellos repobladores de hace siglos. La realidad es que, mientras que
hoy cada uno va a lo suyo, cada uno busca su interés personal y aprovecha su tiempo solo en beneficio propio, importándole poco el bienestar o la felicidad de los de los demás, ahí, en este
barrio, hay un grupo de gentes que, sin interés ninguno, dejándose la comodidad del sillón y la televisión de sus casas, emplean una gran cantidad de tiempo y de esfuerzo para entretener y
divertir a los demás y para que en el pueblo haya un poco más de vida durante un fin de semana, algo que es muy de agradecer. Y esa es la gran lección que se esconde tras los faralaes o los
farolillos o las casetas o los pasodobles o las sevillanas, la moraleja que se trasluce tras este derroche de imaginación, de fantasía y de alegría que lleva consigo el montar en plena
Solana una sucursal de la feria de abril sevillana. La misma lección que nos transmiten cuando en Navidad se nos presentan de pastores y pastoras para recrear el ambiente de Belén, lugar que
debía parecerse bastante a estas callejuelas tan laberínticas como encantadoras. Tiene un gran mérito lo que montan los vecinos en este barrio tan antiguo como acogedor, pues sacrifican no
solo un fin de semana, sino mucho tiempo más para montar y desmontar una infraestructura que, por unos días, nos hace transportarnos con la imaginación a la bella y alegre ciudad hispalense,
haciendo de nuestra torre de la iglesia la Giralda y de nuestro río Segura el Guadalquivir. Por todo ello merecen el reconocimiento y el agradecimiento de todo el pueblo y, junto a ello, y
lo repito una vez más, merecen que se lleve a cabo un proyecto de restauración y embellecimiento de este casco antiguo que, por su configuración urbanística, con sus cuestas, callejuelas,
rincones… tiene un gran potencial y merece figurar en la ruta de aquellos que visitan este pueblo, que cada vez son más y a los que se puede brindar algo más que las norias o el Jarral. No
habría que llevarlo a cabo de una vez, sino paulatinamente y no exigiría grandes inversiones, se podría comenzar por la colocación de plantas ornamentales, renovación de mobiliario urbano,
encalado de algunas fachadas, señalización de lugares o casas significativos… y, seguro que, con la colaboración de los vecinos en su cuidado y mantenimiento, se lograría configurar estos
rincones que ya son entrañables por la historia que albergan y por el carácter de sus gentes, en un paisaje encantador y sugerente digno de ser potenciado, visitado y admirado y, además, muy
apropiado para llevar a cabo actividades de tipo sociocultural. Mientras que eso ocurre, y ojalá ocurra más pronto que tarde, confiamos que a esos ejemplares vecinos y vecinas no se les
agote la imaginación ni la ilusión ni su capacidad de trabajo, que no se cansen ni desfallezcan en sus iniciativas y seguro que, por el camino que llevan, cualquier año nos sorprenden y, sin
salir de la Solana, nos llevan a las Fallas de Valencia, o al Madrid de la Verbena de la Paloma por San Isidro o, lo que sería ya más arriesgado, a los sanfermines el 7 de julio,
convirtiendo la calle Artichuela en la calle Estafeta pamplonica y haciéndonos correr delante de los bravos astados… Visto lo visto, capaces son. José Simeón Carrasco Molina (Cronista
Oficial de Abarán)