Las drogas de síntesis aumentan: el consumo es más joven y peligroso

Las drogas de síntesis aumentan: el consumo es más joven y peligroso


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La Calle Mayor, puro nervio del Madrid de los Austrias, no solo ofrece monumentos, tiendas de recuerdos y cervezas por un ojo de la cara y al son del reguetón más abyecto. A la vuelta de la


esquina de la casa del Ratón Pérez también ... se vende droga. Camuflada en el interior de pequeños llaveros de peluche, la Policía Nacional ha aprehendido recientemente dosis de todo tipo


de sustancias, sobre todo sintéticas. La ubicación de la vivienda no es baladí, sino más bien estratégica. La existencia de locales de ocio en esa arteria que nace en la Puerta del Sol es un


incentivo para los traficantes de sustancias de esta índole, siempre asociadas al mundo de la noche. Un consumo, explican expertos policiales a ABC, que no solo está creciendo, a la luz del


incremento de las incautaciones; sino que, aún más preocupante, incorpora a consumidores cada vez más jóvenes, «lo que hace que suba el peligro». La ketamina es originalmente un compuesto


que se utilizaba como anestésico veterinario, sobre todo para caballos. Su popularización como droga para personas es escandalosa: «Una sobredosificación puede causar la muerte», advierten


el inspector y otro integrante, que además es licenciado en Farmacia, del Grupo de Estupefacientes de la Comisaría de Usera-Villaverde. Explican que las drogas sintéticas no están tan a la


orden del día como las habituales (cannabis, hachís, cocaína y heroína); pero «en las operaciones en pisos e intervenciones en vía pública por parte del servicio de Seguridad Ciudadana las


aprehensiones son ahora de mayores cantidades». En lo que respecta a estos dos distritos del sur, solo entre 2023 y 2025, se han desarticulado 51 narcopisos, la mayoría en San Cristóbal de


los Ángeles. De drogas sintéticas son tres los puntos de venta objeto de investigaciones en ese mismo periodo. En los últimos dos o tres años, se ven algunos casos en los que han llegado a


interceptar a un vendedor o a una 'mula' 2, 3 y hasta 4 kilos, lo cual es muchísimo. «En estupefacientes sintéticos, son cantidades importantes, porque suponen muchísimas dosis»,


detallan. En 2023, estos agentes se hicieron con un alijo de 20 kilos de MDMA [éxtasis o cristal] en Orcasitas, en una vivienda. También suministraban ketamina. En otras ocasiones, las


pistas sobre un grupo de sus dos distritos los han llevado a habitaciones de hotel de Puente de Vallecas, donde se trafica con más discreción que, por ejemplo, un narcopiso al uso. Esa


distinción, a lo largo de la conversación, sale en varias ocasiones. Diferencian estos expertos policiales entre la vivienda que se usa como lugar de distribución de heroína y base de


cocaína mezclada con bicarbonato (que suele ser lo más barato) y que también funciona como fumadero, de los puntos de venta meramente de sintéticos, aunque ambos espacios sean pisos. Los


primeros traen consigo degradación, toxicómanos pinchándose y papelinas en las zonas comunes y que los vecinos, por ejemplo, sufran robos o broncas. Esto tiene su aspecto


'positivo' para la Policía: son mucho más fáciles de identificar y, por lo tanto, de investigar y acabar con ellos. El problema de los lugares donde se venden drogas sintéticas es


que, al ser menos evidentes, su localización no solo depende de la labor de calle de los agentes, sino de otros factores, como las informaciones que lleguen de confidentes o vecinos. «El


narcopiso, por todo lo que genera alrededor, siempre provoca mucha más alarma social y se aumenta la presión policial; en los sintéticos, lo normal es que no llamen mucho la atención, porque


se supone que esas drogas se consumen mucho por ocio. Suelen ser aparentemente pisos normales, con un trasiego distinto, y los compradores no consumen allí», confirma uno de los


investigadores de la comisaría. EN PATINETE Y VTC Además, las cantidades que guardan los traficantes en esas viviendas sí son mayores que las de un narcopiso. En estos últimos, los camellos


van reponiendo mercancía según la necesitan, para que, si entra la Policía, no tengan tantas pérdidas. En el caso de los puntos de venta de MDMA, ketamina, GHB (éxtasis líquido),


'popper', mefedrona o 'tusi', es común pillar también a aquellos que hacen el transporte desde o hacia esos domicilios. Pueden ir caminando, en su coche, en VTC o en


patinete. De todo se ve. En cuanto al origen de estos procesados, a Madrid suelen llegar desde Bélgica y los Países Bajos. En España, la existencia de laboratorios donde elaborarlos es muy


residual. Se necesitan una serie de precursores que llegan, por ejemplo, al puerto de Róterdam (Holanda) desde China, la India o incluso México, países con una gran industrialización del


sector químico, pero que no tienen los controles aduaneros tan férreos que existen en Estados Unidos y la Unión Europea. Esos productos se 'distraen' de su destino original y


llegan en contenedores por los mismos cauces que las otras drogas de siempre. Es el caso de los mencionados 20 kilos de MDMA incautados por la comisaría de Usera-Villaverde, que procedían de


Holanda. Venían en envases al vacío de medio kilo cada uno metidos en embalajes de cafeteras. Pero a nuestro territorio llega la sustancia ya elaborada, con la típica cadena de


distribución: alguien importa una partida grande, otros compran cantidades más pequeñas a estos primeros y luego están los que se dedican al menudeo. Los últimos suelen adquirir la mercancía


que saben que van a vender, por ejemplo, ese fin de semana en los pisos de los que estamos hablando, y la revenden desde su propia casa o en los alrededores de las zonas con discotecas y


bares de moda. También se pueden encontrar dentro de algunas discotecas. «Lo más normal es que el suministrador final del distrito tenga la sustancia ya transformada. En 2023, encontramos


200 gramos de 'tusi', 300 pastillas, GHB, colorantes y saborizantes en la calle de Viñas del Río», en Butarque (Villaverde). Las drogas sintéticas, por lo general, no se adulteran


en los puntos de venta. Aunque se están encontrando que la mal llamada cocaína rosa ( 2CB o 'tusi', que en realidad no es cocaína ni es rosa), uno de los productos más de moda,


está siendo sustituida: la siguen vendiendo como si lo fuera, con ese nombre (se trata de una base muy parecida a la anfetamina), pero es muy cara para los productores; así que lo que ahora


se pone en el mercado no es más que una mezcla MDMA con ketamina y quizá un poco de cocaína. «Como son productos con efectos antagónicos, la gente la consume más. Es más barato para el que


lo fabrica, pero lo venden al precio del 'tusi', porque el cliente no sabe que es falso», indica el inspector al mando de Estupefacientes de la comisaría de Usera-Villaverde. Otro


producto, aunque menos común, es la mefedrona, más peligrosa y no exactamente una anfetamina, con un perfil más psicodélico y consumidores sobre todo de China: «Ha aumentado también, pero


sigue siendo menor que la anfetamina». SON POLICONSUMIDORES Otro problema detectado es que el usuario de drogas sintéticas (joven, de entre 15 y 35 años, aproximadamente, sin aspecto


demacrado) es policonsumidor: toma GHB y cocaína, por ejemplo. Parte de la culpa de su generalización en las calles y fiestas la tienen sus precios: son mucho más asequibles para el que las


ingiere (un comprimido se vende a 10 o 14 euros, que viene a equivaler a una experiencia de consumo), mientras que el gramo de cocaína está a 60; pero también más lucrativo para el


traficante, pues una pastilla vale fabricarla entre 0,5 y 1,5 euros. La rentabilidad es extrema, más si se tiene en cuenta que los costes de producción, distribución e incluso el reproche


penal es mucho menor. Otra razón de su extensión social es que se toman de manera conjunta, en entornos festivos y que no tienen una estigmatización tan fuerte: poseen mucha aceptación por


su diseño atractivo, los efectos son también llamativos y no dan la imagen clásica del 'yonki'. Todo ello está provocando que accedan a estas drogas perfiles de personas que antes


no se veían, como chicos muy jóvenes, de incluso 15 años, y que no han ingerido otras sustancias antes, como el cannabis cuando se lo consideraba la antesala de la cocaína. Estamos hablando


de un público muy sensible y que, por su inmadurez, puede resultar más peligroso y capaz de ceder a la adicción, al no presentar ese miedo previo al consumo. Los traficantes han visto ahí el


negocio, y les sale mejor vender pastillas que heroína o dedicarse a robos.