
Miquel porta perales: engaños
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El nacionalismo catalán se empeña en engañarse a sí mismo y engañar a los demás. No es verdad que el aplazamiento de la decisión sobre la oficialidad o no de la lengua catalana –también, del
gallego y el euskera- en la Unión Europea obedezca ... a las presiones del Partido Popular. Un ejemplo más del victimismo vulgar propio del nacionalismo catalán. La cuestión: ¿por qué se
aplaza por enésima vez la votación? No porque haya que reflexionar más habida cuenta que el asunto está todavía verde. Sí porque la Unión Europea no quiere despreciar en público a Pedro
Sánchez a pesar de las malas artes empleadas para obtener votos favorables a la oficialización. Los Estados que encabezan la negativa son Alemania, Francia e Italia: una manera de parar los
pies a quien ya ha sido avisado por las cuestiones de Gaza, China, el presupuesto militar y la OPA del BBVA al banco de Sabadell. El asunto de la oficialización está maduro desde 1958 cuando
se aprobó el Reglamento número 1 que fija el régimen lingüístico de la Comunidad Económica Europea: «las lenguas oficiales y las lenguas de trabajo de las instituciones de la Unión serán el
alemán… [ las oficiales de cada Estado que integran la Comunidad]» (artículo 1). Lista que va añadiendo las lenguas oficiales de los nuevos miembros conforme se van incorporando
paulatinamente a la Unión. Un Reglamento que el nacionalismo tergiversa reiteradamente -sigue el engaño- para demostrar que el catalán sí debe ser oficial de la Unión. El nacionalismo aduce
que el catalán ha de ser lengua oficial de la Unión porque se trata de una «lengua oficial». El engaño: el catalán sí es lengua oficial, pero no en el Estado tal como exige el Prólogo del
Reglamento: «lenguas oficiales en uno o más Estados miembros de la Comunidad». El catalán sí es oficial, pero «en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos» (CE,
3.2). A todo ello, hay que añadir que una buena parte de los Estados de la Unión Europea no quieren la oficialización del catalán, el gallego y el euskera, porque ello implicaría la
oficialización de unas cincuenta lenguas más con todo lo que ello implicaría. La Unión Europea no puede ser lo más parecido a una boda en que algún comensal, como postre, exige crema
catalana. No se quejen y no nos engañen: la Comisión Europea utiliza el catalán y el español como lengua de comunicación con los ciudadanos a través de su Representación en Barcelona. Cosa
que no suele ocurrir con algunas instituciones catalanas si ustedes se dirigen a ellas en español.