Pedro garcía cuartango: amigo/enemigo

Pedro garcía cuartango: amigo/enemigo


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Hace algo más de un año escribí en estas páginas una columna sobre Carl Schmidt. Hacía referencia a su «miseria moral» por su negativa a asumir la influencia que sus ideas habían ejercido en


el nacionalsocialismo. Un profesor de filosofía dedicó un extensísimo ensayo ... a demostrar que yo no había entendido nada de la obra de Schmidt. Tenía razón. Lo confieso: nunca he


entendido a Schmidt. Tampoco a Kant, a Hegel, a Heidegger. Quien no tengo dudas de que lo ha entendido perfectamente es Pedro Sánchez, un virtuoso en la ejecución de su doctrina. Como


Schmidt, el líder socialista entiende la política como una dialéctica entre amigo y enemigo. Nadie como él es capaz de polarizar la vida política, dividiendo a los ciudadanos en buenos y


malos. Sánchez piensa también que «el enemigo sólo entiende el lenguaje de la fuerza». Schmidt fue el gran crítico del parlamentarismo. Defendía un Estado autoritario, justificaba la


eliminación del adversario y la supresión de los derechos individuales. Todo eso se podía hacer bajo el Volkgeist, el espíritu del pueblo. Afirmaba que el caudillo tiene una autoridad


ilimitada para conseguir sus fines si es por el bien de la nación. Amigo de Jünger y purgado por los aliados, teorizó el «el estado de excepción», que consideraba la máxima expresión de


soberanía. El Führer está legitimado para abolir las leyes y renegar de la Constitución cuando se trata llevar a cabo la voluntad popular. No es difícil encontrar un paralelismo entre esta


concepción y las palabras de Sánchez cuando afirmó que se podía gobernar sin mayoría parlamentaria o cuando sostiene que se puede duplicar el gasto en Defensa sin la aprobación del Congreso.


Todos los episodios de corrupción que le rodean son explicados por el presidente en términos de esa dialéctica entre amigo y enemigo. Los jueces, la UCO y los medios de comunicación le


persiguen porque quieren derribarle, son parte de una conjura a la que hay que combatir. Cualquier autocrítica o reconocimiento de un error sería hacer el juego a los que le quieren


arrebatar el poder. Sánchez es un 'schmidtiano' puro porque aspira a una hegemonía política en términos de supremacía ideológica y de la configuración de una identidad excluyente.


No hay lugar para la pluralidad en el Estado de Schmidt, que elogia al líder que es capaz crear mayorías fuertes y vencer cualquier resistencia. Sánchez ha acuñado el término de «fachosfera»


para referirse a quienes se oponen a su voluntad, la única fuente de legitimidad que él reconoce. Schmidt no era un iluminado ni un malvado. Por el contrario, lo que impresiona es su


realismo y su conocimiento del poder. Otra afinidad con Sánchez, que, por encima de todo, es un psicólogo que saca provecho de la mentalidad de los votantes de izquierda que comprende mejor


que nadie.