Pedro garcía cuartango: corrupción a la española

Pedro garcía cuartango: corrupción a la española


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Yo estaba en la tribuna del Congreso hace ahora siete años cuando triunfó la moción de censura de Sánchez. Recuerdo su intervención, centrada en dos ideas: la corrupción insoportable del


Gobierno de Rajoy y la necesidad de una regeneración ética de la política. Ábalos tomó la palabra también ... , subrayando que la moción era una necesidad moral para limpiar las cloacas del


Estado. El triste espectáculo del presente contrasta con aquellas promesas jamás llevadas a cabo. El nepotismo, el amiguismo, las puertas giratorias y el tráfico de influencias se


convirtieron en señas de identidad de un Ejecutivo que había llegado para devolver la dignidad a la política y que se dedicó a colonizar el Estado y manipular las instituciones. Como llevo


casi 50 años en esta profesión, no me sorprende la corrupción. Es inherente al sistema y a la naturaleza humana, pero lo que no es aceptable es el desmantelamiento de los controles y la


impunidad con la que han actuado parásitos cercanos a la cúpula del PSOE. Me refiero a los Aldama, Koldo, Leire Díez y otros personajes que evocan a la España de Rinconete y Cortadillo.


Medraron e hicieron negocios porque encontraron un entorno favorable, un ecosistema que amparaba sus conductas con el pretexto de que rendían servicios al partido o a La Moncloa. No fueron


producto de la casualidad sino de la necesidad. No estamos, sin embargo, en presencia de presuntos delincuentes de altos vuelos, de tramas sofisticadas o de una ingeniería financiera difícil


de detectar. Lo que caracteriza a todos estos individuos es su forma cutre de actuar, su grosería, su obscenidad. Las grabaciones de Leire Díez y Alejandro Hamlyn, en presencia de un


abogado, parecen más dignas de un tebeo de Mortadelo y Filemón que de una novela de James Ellroy. Es imposible desligar a Leire Díaz del aparato del PSOE, lo que no obsta para sospechar que


estaba vendiendo humo cuando se jactaba de su influencia en la fiscalía y de su capacidad de entorpecer la acción de la Justicia. No existen pruebas de que esta mujer actuara en este


chantaje a las órdenes de Cerdán o de Sánchez, pero sí resulta evidente que se movía gracias a su militancia y la protección de la cúpula socialista. A Ferraz le venía bien que alguien


hiciera el trabajo sucio. Su sorpresa resulta, por tanto, inverosímil. Lo que quiero decir es que Leire Díez y el PSOE habían formado una sociedad de socorros mutuos. Por eso, al igual que


con Ábalos y Koldo, Sánchez no puede eludir sus responsabilidades. Sea por acción u omisión, estos episodios son indisociables de la forma de ejercer el poder del presidente del Gobierno. Le


da la razón a Valle-Inclán cuando afirmaba que en España lo que se premia no es la virtud sino la falta de escrúpulos y el arribismo.