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“Queremos justicia y que se diga toda la verdad” pidió Corina Rodas, hermana de la víctima. “Espero que no sea un caso más, porque A MI TÍO LO MATARON COMO A UN PERRO ”, rogó Noemí. En el

calor de sus allegados más cercanos se refugió Catalina, la esposa de Rodas, dentro de la intimidad de la humilde vivienda de Pirovano 1166. Allí estaba Ramón, el hijo de un matrimonio

anterior de la mujer. “No merece llamarse ley algo que permita que esto pase. Es muy injusto”, señaló el joven que compartió varias tardes de mate con Reinaldo y no entiende la libertad del

conductor del auto. No hay quien tenga un mal recuerdo de Cacho, como lo llamaban todos en el barrio San Alejo, en Pilar. “Era un vecino muy querido, EL MEJOR DE LA CUADRA ”. Así lo recuerda

Miguel Martínez, el almacenero, que lo conoce desde que se instaló allí hace casi 20 años cuando llegó de Jujuy. “Vivía a tiempo completo para el hijo”, contó sobre la relación con Rodrigo

(13), con quien jugaba al fútbol en el predio frente a la iglesia. “Eran muy unidos y todos los días, antes de irse, lo saludaba con un beso”, aportó Liliana, quien comentó que esa rutina de

cariño no había ocurrido el trágico domingo. Unos minutos después de que Rodas salió de su casa, ella pasó por el lugar donde ocurrió el choque. “ VI POLICÍAS Y UNA BICICLETA HECHA UN OCHO

EN EL COSTADO DE LA RUTA, pero ni me imaginé que era él”, dijo la vecina preocupada por el futuro del chico. Es que el ingreso de Rodas era el único de la familia, ya que su mujer, Catalina,

padece una discapacidad auditiva que le impide trabajar. “Él se esforzó mucho para pagarle los estudios al hijo en un buen colegio”, agregó Martínez quien reveló que Rodas nunca faltaba al

trabajo, al que iba siempre en bicicleta. Hacía poco más de un mes que era vigilador del country Mapuche. “Era un compañero de trabajo muy bueno”, dijo a CLARÍN uno de los vigiladores, que

se excusó de dar más detalles por órdenes de la empresa Watchman, para la que Rodas trabajaba desde hace varios años.