
Ser de izquierdas no es lo que era, y trump lo sabe
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¿Qué es ser de izquierdas en la 'era Trump'?¿Ir a las manifestaciones de los sindicatos para protestar contra lo que hace o no hace el PP, gritando que 'con los derechos de la
gente no se juega'?¿Levantar el puño en el congreso del PSOE de Madrid?¿Criticar en los discursos a Elon Musk? ¿Más economía estatal, de la mano de la SEPI? ¿Subir el salario mínimo y
rebajar la semana laboral? El capitalismo más feroz e intransigente nos arrasa -también arrasa a una parte importante de la derecha-y, me temo, desde la izquierda constituida en gobiernos no
se sabe darle respuesta. ¿Dónde diablos está esa Internacional Socialista que, de manera casi clandestina, preside Pedro Sánchez? ¿Dónde se esconde la socialdemocracia europea mientras en
Estados Unidos se vulneran los derechos y la compasión hacia unos inmigrantes a los que se califica, sin más, de 'delincuentes'? El panorama, desde las playas de la izquierda,
resulta desolador. Hemos demonizado lo woke y ensalzado, en cambio, a los locos que pagan un cuarto de millón de dólares para darse el capricho de un viajecito -corto-por el espacio sideral.
En Alemania, en Francia, en buena parte de los países nórdicos, la izquierda ha fracasado -no sé qué ocurrirá en el Reino Unido, donde Starmer es atacado falsamente por Musk sin que nadie
acuda a defenderle-y, en cambio, la derecha más radical avanza. Mientras, la ciudadanía, la sociedad civil, la opinión pública, parecen anestesiadas, obnubiladas por unas redes sociales
absolutamente disparatadas. Las encuestas dicen que los más jóvenes piensan en Vox. Y Sumar, en cambio, anda escribiéndonos a muchos pidiendo nuestro apoyo, que no le damos porque las
huestes de Yolanda Díaz, y ella misma, andan en la diáspora intelectual. Le pregunté a Pablo Iglesias, no muy amigo de la vicepresidenta ahora, si la señora Díaz acabará ingresando en el
PSOE, ante el fracaso de Sumar: no me pareció que él piense que será así. ¿Sumar-Podemos suma? Tampoco me pareció muy entusiasta. Entonces, aquello de la izquierda de la izquierda ¿dónde
queda? Palpo el desconcierto. No, la izquierda no es desactivar la malversación, ni irse a Waterloo o doquiera para hablar con un golpista -hay que decir las cosas como son--, ni andar
palpando cada día los límites de una Constitución a la que no se respeta y menos se cumple, ni meterles el dedo en el ojo a los jueces, por muy cuestionable que a veces sea su actuación. Ni
es mentir constantemente, o edulcorar las cosas, a unas gentes que andan por las calles perplejas y mirando fijamente a otro lado. Esa, perdón por personalizar, no es mi izquierda, y me
resulta imposible apoyarla. Y, no obstante, las encuestas muestran que el suelo del PSOE, aquí en España al menos, sigue fijo en los siete millones y pico de votos -claro que Trump fue
apoyado por setenta y siete millones, con todas las distancias que se quiera; los electorados a veces son incomprensibles--. Yo me bajo de este autobús. Pero no me apunto a ningún
'ómnibus' alternativo, no por ahora, al menos: la derecha comprensible se está volviendo incomprensible. Supongo que es legión la de quienes andan por el medio de la calle con
riesgo de ser atropellados por un vehículo sin conductor o, peor, con un conductor con el prepotente síndrome de Hubris. Vienen malos tiempos para la izquierda, me parece, pero la derecha
que se ha instalado en el poder no presagia tiempos de paz y concordia precisamente. Hay que ensayar nuevas fórmulas políticas; pero ¿cuáles? En los stands electorales de los partidos no
busquen respuestas. No las tienen.