
La extensa familia de un maestro
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JOSÉ María Vargas-Machuca, de 24 años, estudiante de Derecho en la Universidad de Cádiz, elegirá entre Lausana, en Suiza, o Amsterdam, en Holanda, para su proyecto de Fiscalidad
Internacional en la Economía Digital por el que un prestigioso jurado le ha concedido la primera beca Manuel Olivencia. El galardón, con el patrocinio de la Fundación Cuatrecasas, se entregó
en el hotel Alfonso XIII. Los que acudieron eran conscientes de que no era un acto más de la vida social sevillana. No es una beca cualquiera. En apenas cinco años, Macarena y Daniel
Olivencia Brugger han perdido a su hermano Luis, brillantísimo abogado, y a sus padres, el titular de la beca, el catedrático de Derecho Mercantil Manuel Olivencia Ruiz, y su esposa,
Hannetraud Brugger, una bávara que murió el pasado 1 de julio. A Macarena, presidenta de honor del jurado, y a su hermano Daniel les ha salido una familia moral e intelectual depositaria del
legado de “un andaluz de pro, rondeño cabal, ahijado de Ceuta”, como dijo de Olivencia el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Olivencia fue además de
catedrático de Derecho Mercantil el primer comisario de la Expo 92, el primero que soñó con ese proyecto y contribuyó, en palabras de Moreno Bonilla, “a hacer más universal el nombre de
Sevilla”. Tanto el ganador de la beca, José María Vargas-Machuca (Jerez, 1995), como los dos finalistas, María Luisa Rojí Marco (Madrid, 1993) y Alberto Durán Ortiz (Bormujos, 1996), son
jóvenes talentos nacidos en la Sevilla posterior al 92. La Fundación Cuatrecasas creó un premio Olivencia al mejor gobierno corporativo y una beca al mejor estudiante de Derecho de cualquier
Universidad Andaluza para perpetura el legado de Olivencia en “sus dos amores, la abogacía y la Universidad”, según dijo Rafael Fontana, presidente de la Fundación Cuatrecasas. “No es una
beca al mejor expediente; es una beca generosa a un alumno generoso en el esfuerzo y en el objetivo de futuro”. La presidenta de honor, Macarena Olivencia, acompañada por su esposo, el ex
ministro Javier Arenas, atribulada todavía por el dolor de la pérdida de su madre, delegó en Guillermo Jiménez Sánchez para que éste hablara en nombre del jurado. Vargas-Machuca, estudiante
de la Universidad de Cádiz, llegó al Derecho por un curioso conducto. “Yo quería dedicarme a la política. La política consiste en cambiar la vida de los ciudadanos y para eso hay que conocer
el Derecho”. Se refirió a los “nuevos modelos de negocio” que requieren de nuevas estrategias. “Hay que estar un paso por delante de la realidad y más en el mundo del Derecho”. María Luisa
Rojí, 25 años, trabaja en un bufete de abogados en Jerez y quedó finalista con un proyecto sobre Derecho del Comercio Internacional. Alberto Durán, 22 años, el más joven de los tres, fue el
otro finalista. Su ilusión era hacer un máster en Derecho Internacional de Negocios en la Queens Mary University de Londres. Mañana tiene examen “para subir nota” de Derecho Civil. El mundo
del Derecho estaba representado, entre otros, por Miguel Rodríguez-Piñero, Antonio Moreno Andrade, los hermanos José Luis y Francisco Ballester, Pablo Gutiérrez-Alviz o el decano de Derecho,
Alfonso Castro. Acudieron Concha Yoldi, Juan Ramón Guillén, Amalia Gómez, Antonio Burgos y, por derecho, el maestro Curro Romero. En su intervención, Moreno Bonilla dijo que “en un mundo
globalizado y cada vez más competitivo, no basta con ser bueno; hay que ser excelente, pero los demás tienen que saber que eres excelente”. “Más que talentos son talentazos”, diría Patricia
del Pozo, consejera de Cultura.