
Las pruebas de los crímenes de asad | diario sur
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Miguel Salvatierra Sábado, 19 de diciembre 2015, 08:17 Justo en el momento en el que los países occidentales se muestran dispuestos a abandonar la prioridad de la salida del poder del
presidente Bachar el Asad para una solución del conflicto sirio, un informe de Human Rights Watch (HRW) ha aportado nuevas pruebas, fehacientes y rotundas, de crímenes contra la humanidad
del régimen de Damasco. La ONG se ha basado en unas fotos, que se conocían desde hace meses, facilitadas por César, nombre en clave de un fotógrafo de la policía militar del régimen que huyó
de Siria. HRW ha estudiado a lo largo de los últimos nueves meses la veracidad de 28.707 fotografías entre más de 53.000 expedientes. En un informe que hizo público el pasado miércoles la
ONG ha concluido que constituyen una prueba abrumadora de crímenes contra la humanidad. Según el vicepresidente de HRW para Oriente Medio y África del Norte, Nadim Houry, hemos verificado
meticulosamente decenas de historias y estamos seguros de que las fotografías de César son pruebas auténticas y rotundas. Las imágenes muestras decenas de cadáveres desnudos y famélicos con
globos oculares arrancados y profundas heridas en cara, pecho y espalda. Las señales son evidentes de encarcelamientos infrahumanos y de muertes bajo torturas. Aunque el Gobierno sirio
aseguró que eran un montaje político, HRW ha hablado con 33 familiares o personas que conocían a 27 víctimas identificadas; entre ellos, a 37 expresos que vieron cómo murieron cuando estaban
detenidos y cuatro exguardias de centros de detención y hospitales militares que desertaron. A juicio de Nadim Houry, estas fotos representan un ínfima parte de las personas que han muerto
mientras se encontraban detenidas en las cárceles sirias. Hay otros miles que han sufrido el mismo destino. Según se precisa en el informe de HRW, entre las víctimas identificadas figuran un
niño que tenía 14 años cuando fue arrestado y una activista de veintitantos. Todas y cada una de las 27 familias o familiares que fueron entrevistados dijeron que habían pasado meses o años
tratando de conseguir información sobre el paradero de sus seres queridos, en algunos casos llegando a pagar grandes cantidades de dinero a contactos e intermediarios empleados en varias
agencias de gubernamentales o de seguridad. Solo dos llegaron a recibir finalmente los certificados de defunción que decían que el fallecido había muerto de un paro cardiaco o una
insuficiencia respiratoria. Ninguno recibió el cuerpo de sus familiares para enterrarlo. Aunque estas pruebas salen a la luz cuando el atentado del 13-M de París ha provocado la movilización
occidental para centrar su punto de mira en Daesh y ver al presidente sirio como un mal menor, ya hace más de dos años, en diciembre de 2013, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidos declaró que contaba con testimonios que incriminaban a altos miembros del Gobierno, incluido el jefe del Estado sirio de graves violaciones de los derechos humanos. Fue la primera
ocasión en que la ONU responsabilizó directamente a la cúpula del régimen de crímenes de guerra. El grupo de investigación que se formó a raíz de las denuncias emitió cuatro informes en los
que consignó atrocidades como las torturas y asesinatos masivos y sumarios de civiles, incluidos mujeres y niños. Todas estas pruebas definen la naturaleza del régimen sirio y suponen un
argumento rotundo para aquellos que defienden la salida del poder del presidente Asad y sus colaboradores como condición indispensable para cualquier solución negociada de la guerra. Los
países occidentales deberían abandonar su marcada tendencia a recurrir al cortoplacismo para solucionar conflictos y aprender de pasadas experiencias, como la colaboración con grupos
fundamentalistas de Afganistán en la guerra contra las tropas soviéticas. Reporta un error