Tipos de confianza | diario sur

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Destituir a alguien en política es una práctica poco habitual pero tan legítima como cualquier otra, que parte de la potestad de un mandatario para prescindir de quien ha dejado de serle


útil. Es lo que ha hecho la alcaldesa de Benalmádena, con su hasta ahora socio de gobierno y primer teniente de alcalde, a quien ayer mismo despojó de las atribuciones que le había concedido


para conseguir el sillón de la Alcaldía. La excusa de Paloma García Gálvez es que el afectado no había cumplido la orden de hacer lo propio con su mano derecha en el partido independiente


creado tras su escisión del PP -Unión Centro Benalmádena-, a la sazón gerente del Puerto Deportivo, porque había sido condenado un día antes en un procedimiento en el que llevaba tres años


inmerso; pero, lo cierto, es que hace meses que no parece haber buena sintonía entre la regidora y Francisco Salido, fruto de las desavenencias naturales que derivan de toda alianza forzada


para conseguir determinados intereses. La destitución fue acompañada del relevo de todos sus cargos de confianza en el consistorio, en su mayoría familiares, directos no, directísimos del


propio Salido -nada más y nada menos que dos hermanos y un cuñado-, que traen a la memoria la situación procesal de la dimitida alcaldesa de Manilva Antonia Muñoz en buena parte motivada por


contratar a dedo a parientes y amigos, además de simpatizantes de la que fue su organización política. No todos son iguales ni pueden ser medidos por el mismo rasero, pero más allá de


situaciones evidentes de nepotismo que son éticamente reprobables, hay cargos y cargos de confianza. Aquellos que siendo absolutamente necesarios e imprescindibles en la labor encomendada


cumplen con creces principios como capacitación, aptitud o méritos propios para el puesto, y aquellos que simplemente ocupan un lugar que no merecen pero les ha caído del cielo. Suelen ser


personas con una alta autoestima que piensan de sí mismas que no hay nadie que pueda desempeñar mejor la tarea atribuida, y que creen erróneamente que la suerte les va a acompañar de por


vida, frente a tanta gente con más actitud y aptitud a su alrededor. No sólo provocan el sonrojo de cualquier persona sensata, sino que más tarde que pronto terminan con una mano delante y


otra detrás, sin la confianza o la potestad para tenerla, de quien en su día les hizo creer alguien. Reporta un error