Tecnología: ¿oportunidad o reto para la composición musical?

Tecnología: ¿oportunidad o reto para la composición musical?


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Periodista de la UPB. Amante de las historias y de las culturas. Estoy aprendiendo a escuchar y a escribir.


Las matemáticas y la ciencia, su banda favorita en un concierto, un vallenato que suena en la radio, los computadores que escriben y tocan melodías y los cantantes y compositores tienen dos


cosas en común: la tecnología y la música.


Los avances tecnológicos pueden ser el fundamento, la herramienta o el atajo para la creación de ritmos, letras y canciones y pueden ir desde una transmisión por alguna red social hasta


“robots” que escriben, cantan e imitan instrumentos musicales.


Así, se utilizan algoritmos, sistemas de aprendizaje automático e inteligencia artificial, creados a partir de máquinas, para entender las tendencias, los ritmos, los estilos de cantantes y


géneros y lograr imitarlos, reproducirlos o crear piezas nuevas a partir de ellos. Esto se puede aplicar en cada fase: composición, producción, posproducción y distribución.


Ya hay, de hecho, compañías con impacto internacional, como Sony o Warner Music, que trabajan con software que les permite componer música automáticamente y saber, incluso, si una canción


tendrá éxito.


Estos avances, para muchos, son una oportunidad de crear. Para otros, una amenaza, un riesgo. ¿Quedarán obsoletos los compositores, cantantes, guitarristas, pianistas y demás músicos


humanos?


La inteligencia artificial es, con gran acercamiento, el conjunto de herramientas computarizadas que analizan grandes bases de datos de información y entregan resultados exactos o


predictivos de un tema particular.


Logra obtener los estilos subyacentes e indescifrados del tema de estudio por medio del análisis de la información, ya sea que se trate de arte, literatura, ciencia, relaciones humanas,


entre otros y, con algoritmos o procesos lógicos, estimulan el sistema y recrean nuevos resultados semejantes o condicionados al tema de estudio.


En el caso de la música, “la producción científica ha permitido ampliar vastamente las nociones sobre el sonido, desde su generación, procesamiento, reflexión y percepción e involucra


diferentes procesos creativos durante el siglo XX y lo que va del XXI”, explicó Jorge Bejarano Barco, curador de Proyectos Especiales del Museo de Arte Moderno de Medellín.


Agregó que con sintetizadores, ordenadores, grabadoras, instrumentos y programas informáticos se han expandido las opciones creativas y que, aunque se da en cualquier género o ritmo, es más


evidente en música electrónica y similares.


El ingeniero Daniel Gómez Marín, que trabajó para el Music Technology Group y que diseñó el primer sintetizador colombiano para la empresa Outer Space Sounds, explicó que la ampliación de


las posibilidades permite que en la producción musical haya dos vertientes.


Una de ellas es la que permite que sea el computador el que, por completo, cree piezas que pueden ser partituras o, directamente, el sonido. En esta, es posible crear estos elementos de


forma guiada o “hasta una sinfonía entera haciendo un click”.


Por otro lado, está la posibilidad de que el sistema haga la misma partitura o música pero con la intervención del ser humano en todo el proceso, “de manera que puede alterar la creación en


tiempo real, haciendo que cambie mientras sucede”.


En esta segunda vertiente, la máquina no es esclava sino una herramienta para el proceso creativo, un segundo intérprete de las indicaciones que da la persona, permitiendo interacción y


participación que, al final, “crea piezas más ricas”.


“Porque importa la parte ingenieril de hacer piezas, pero también se debe entender cómo se insertan esos productos en la cultura y cómo es que los algoritmos y los sistemas deben ser


utilizados realmente”, puntualizó Gómez.


Antecedentes musicales


Hay un estudio del físico Werner Meyer-Eppler sobre la producción electrónica de sonido, la música electrónica y la voz sintética que ya desde 1949 promovía la utilización exclusiva de


herramientas electrónicas y que contribuyó en expandir las prácticas de composición tradicional, contó Bejarano.


Pero desde 1947 ya se estaban desarrollando máquinas experimentales con programas de almacenamiento y para la década de los 50 se logró una que podía emitir sonidos y dar a los operadores


retroalimentación auditiva que podía ser modificada en su frecuencia.


Los avances continuaron en diferentes partes del mundo a tal punto que, en 1961, la canción compuesta por el británico Harry Dacre llamada Daisy Bell se convirtió en una de las primeras


canciones tocadas por un ordenador.


Dando un salto hasta 2016, la compañía IBM creó un software llamado Watson Beat que analiza miles de canciones y, a partir de ellas, logra producir una melodía artificial que músicos y


compositores pueden usar como guía al tener la oportunidad de pedirle al programa cualquier ritmo, sugerencias de frases o palabras populares.


Para el mismo año, en París, los laboratorios de ciencia e investigación de Sony presentaron la primera canción pop, llamada Daddy’s Car, que fue escrita por completo por inteligencia


artificial y al día de hoy, ya hay discos completos escritos y compuestos mediante esta estrategia en géneros como metal.


Ahora se habla, también, de música generativa, que permite mediante un software y programación crear experiencias únicas, como utilizar bacterias para hacer música, contó Bejarano. Este tipo


de exposiciones, en Medellín, se realizan en la Sala de Experimentación Sonora Lab3 del Mamm.


¿Deberían estar preocupados compositores, cantantes, coros, orquestas y músicos sobre su futuro en la creación de letras, sonidos, obras y piezas? ¿Dejarán de ser importantes, teniendo en


cuenta que ya hay canciones escritas y compuestas completamente por IA y hasta cantadas por máquinas?


Si con un solo click los productores pueden elegir notas de acordeón, bajo, batería, piano o cualquier otro instrumento, pueden crear ritmos y canciones de determinados géneros y “predecir”


qué tanto éxito tendrán las nuevas creaciones, ¿cuál será el papel de los humanos?


Bejarano piensa que los ensambles, la música sinfónica, la de los auditorios, no dejará de existir “y es, de hecho, muy valiosa. La experiencia física no se reemplaza”. Para él se trata de


una colaboración donde la tecnología facilita y democratiza la música.


“Antes hacer música era muy difícil y costoso. Ahora cualquiera, desde su casa y con un computador, puede producir cosas maravillosas sin necesitar de un estudio ni de instrumentos”.


Considera que se ha permitido expandir la creatividad y colaborar, mezclar experiencias humanas con tecnologías, buscar prácticas artísticas que involucran sonidos y ecosistemas.


Con esto concuerda Sebastián Palacio, director asociado del Estudio Polifónico de Medellín, que considera que la tecnología no logrará reemplazar el talento humano. “Para nosotros es


fundamental el encuentro entre músicos y aunque sé que esto llegó para quedarse, no imagino reemplazar a un violinista, un corista por máquinas y tener a un director sin ninguna persona al


frente. La tradición de la orquesta la mantiene viva”.


Luis Gabriel Cano Valencia, músico, compositor y profesor de canto, optó por unir el talento humano con las posibilidades de la tecnología. “Los recursos tecnológicos con los software de


grabación o las secuencias rítmicas y armónicas las utilizo para complementar y hacer el resto de la canción”.


Cano logra lo que muchos músicos aprovechan: inspirarse, apoyarse en el sistema para generar ritmos o ideas que luego terminan de desarrollar. “Yo no sé tocar bajo o batería, así que con la


tecnología logro diseñar canciones completas con esos y otros instrumentos”.


Aún así, estuvo de acuerdo en que el elemento humano seguirá importando. “Aunque el computador te ponga la frase, la melodía o el ritmo, no logrará lo que uno sí: ser impredecible,


espontáneo, romper el código, tener sentimientos”.


¿Qué cree usted? ¿La tecnología terminará por reemplazar a cantantes y músicos? Cuéntenos sus opiniones en redes sociales.


Juan Camilo Aragon Garcia es un joven productor musical de Buga, Valle del Cauca. Desde su casa, él hace producción y posproducción de canciones con su software y hardware especializados.


“Uso, por ejemplo, una interfaz, tarjeta de audio, monitores y computador, que es mi principal fuente de producción”.


Hay muchos software especializados en producción musical y se puede usar uno o mezclar varios, como ProTools, Aaleton, FL Studio, Freeper, entre otros.


Contó que estas herramientas le permiten “realizar nuestras producciones musicales sin necesidad de tener un estudio lleno de instrumentos, accesorios, compresores que hoy en día podemos


tener en el computador, siendo más asequibles para quienes no tenemos recursos”.