El ángel de la guarda de la amazonía vuelve para frenar la deforestación | ideal
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Lunes, 17 de abril 2023, 07:45 Comenta Compartir Contra desaforados gigantes de brazos largos y casi dos leguas, Marina Silva, actual ministra de Medioambiente del Gobierno de Lula da Silva,
se ha convertido en una versión brasileña y cuerda de Don Quijote, decidida a presentar batalla y hacer buena guerra, no contra molinos de viento sino contra la deforestación y las quemas
ilegales que están asolando la Amazonía. Este gran pulmón del planeta, con una extensión de 7.000.000 millones de kilómetros cuadrados, sufrió el año pasado una deforestación récord, nunca
vista hasta ahora, y que sólo en el mes de enero de 2022 aniquiló más de 430 kilómetros cuadrados de bosque, un 418% superior al mismo periodo de 2021, según el sistema de monitoreo de
deforestación DETER-B de la Agencia Espacial Brasileña INPE, que controla la deforestación mediante satélites. Una pérdida de masa forestal que se produjo durante el mandato de Janir
Bolsonaro con la destrucción de 34.000 kilómetros cuadrados de selva, una superficie superior a la que ocupa Galicia o Cataluña, para destinar esas tierras a la agricultura y la ganadería.
La decisión del ya ex presidente de Brasil puso fin a la política iniciada por Lula da Silva en 2004 en la que la destrucción de los bosques se redujo en un 80%, para registrar una media
anual inferior a los 10.000 km2. Tal logro no es comprensible sin la figura de Marina Silva, que ya ocupó la cartera de Medioambiente entre 2003 y 2008. Un mandato en el que consiguió
cambiar la percepción de los brasileños con el medioambiente que les hizo comprender que la tala masiva acaba con los recursos. Ahora, 15 años después vuelve al Gobierno de Brasil. «Tengo fe
para mover las montañas que no puedo escalar», ha declarado en alguna ocasión Marina, que combatió las quemas ilegales en la Amazonía y llegó a reducir la destrucción de este entorno de
27.000 kilómetros cuadrados a 13.000 en sus cinco años de mandato al frente del departamento brasileño de medioambiente. Un trabajo que quedó incompleto. DURANTE SU MANDATO CONSIGUIÓ REDUCIR
LA DEFORESTACIÓN DE LA AMAZONÍA DE 27.000 KILÓMETROS CUADRADOS A 13.000 El 14 de mayo de 2008, Marina Silva presentó su dimisión. La liberalización del comercio de soja transgénico por
parte de su propio gobierno, la apertura a la agroindustria de exportación, la promoción de los cultivos para biocombustibles como el etanol y la lentitud en los estudios de impacto
ambiental de las centrales hidroeléctricas en la cuenca del Amazonas, además de unas diferencias irreconciliables en políticas ambientales con Dilma Rousseff, entonces titular de la cartera
de Minas y Energía, minaron la confianza de la política de Río en sus compañeros de ejecutivo. Sin embargo, el adiós a la cartera de medioambiente le sirvió para convertirse en una figura
internacional en la defensa de la naturaleza, obteniendo numerosos premios y reconocimientos. Un impulso que la llevó a ser candidata a la presidencia de Brasil en tres ocasiones, 2010, 2014
y 2018, tras fundar el partido Red de Sostenibilidad (REDE), un proyecto definido como «ambientalista, progresista y socialdemócrata». Para muchos, se trataba de la cúspide a una vida
dedicada al activismo ambiental que se inició al lado de Chico Mendes, con quien fundó la filial de la Central Única de Trabajadores de Brasil (CUT) en Acre, uno de los estados más pobres y
despoblados en Brasil. Precisamente a 70 kilómetros de Río Branco, la capital de Acre, vivió su infancia Marina, sin ir a la escuela, pescando, cazando, y ayudando con tan sólo 10 años a sus
padres, dos seringueiros o recolectores de caucho, sometidos a interminables jornadas de trabajo. Por si fuera poco, crecer en este contexto de pobreza y enfermedades, con tan sólo 16 años,
el consumo de agua contaminada por metales pesados en la plantación cauchera provocó a Marina problemas de salud que aún arrastra a día de hoy. DEFORESTACIÓN CERO EN 2030 A partir de aquí,
es comprensible que las ideas de Marina Silva giren entorno a un desarrollo «socio-ambiental» sostenible, que mezcla ecologismo, prosperidad económica e inclusión social, para llevar a
Brasil a un modelo sostenible que permita acogerse a los Acuerdos de París y las diferentes Cumbres del Clima. La lucha contra la deforestación y la minería ilegal, proteger la belleza y la
riqueza de la Amazonía, reducir los niveles de pobreza de sus 25 millones de habitantes, proteger a los pueblos yanomami, mundurukú y kayapó, apostar por la bioeconomía o aumentar la
productividad agrícola son los pilares de un proyecto de gobierno que pretende reducir a cero la deforestación en 2030. Lea aquí la serie Héroes del clima Un proyecto que pretende ser un
ejemplo para el resto del mundo, más aún tras el escenario desolador y el «apagón» que dejó la anterior administración, que «desmontó los órganos de control y fiscalización; redujo los
presupuestos para el combate a la deforestación y empoderó a los segmentos contrarios a la protección de las florestas y de los pueblos indígenas», afirmó Silva. Ahora, tras perder el 7,6%
de su vegetación forestal entre el año 2000 y el 2018, con una pérdida neta de 3,7 millones de kilómetros cuadrados (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), Brasil se concentra en
evitar que la Amazonía alcance el punto de no retorno, y del que alerta un reciente informe de WWF. Según este estudio, el 18% de los bosques se ha perdido y un 17% adicional se encuentra
degradado, en un proceso que podría convertir un bosque húmedo tropical en uno seco, afectando directamente los medios de subsistencia de los 47 millones de personas que viven en la
Amazonía, 511 grupos de pueblos indígenas, además de provocar daños enormes al 10% de la biodiversidad del planeta. Comenta Reporta un error