
Rusiñol sueña la alhambra en una exposición irrepetible | ideal
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El Museo de Bellas Artes, en el Palacio de Carlos V, acoge hasta el 14 de septiembre la exposición 'Rusiñol y la Alhambra. El despertar ... de un pintor poeta', con casi un
centenar de piezas, buena parte de ellas en torno al conjunto monumental de la colina de La Sabika y sus jardines, lo que la convierte en la más importante muestra en torno a este tema. El
90% de las creaciones expuestas son de Rusiñol, aunque también hay obras de Sorolla, Ramón Casas, Anglada Camarasa y Picasso, entre otros artistas de primer nivel. La friolera de 61
prestatarios, 38 de ellos particulares, han aportado sus obras para crear un evento imprescindible, y como se dijo en la inauguración de ayer, muy difícilmente repetible. La muestra explora
las relaciones granadinas del pintor en las primeras décadas del siglo XX, con una piedra angular, Antonio Barrios 'El Polinario', y su taberna, foco tanto de confidencias como de
intercambio artístico. Mercedes Palau-Ribes y Francesc Quílez son los comisarios de una cita que muestra el absoluto deslumbramiento del artista por el conjunto monumental, lo que le llevó a
reflejarlo de forma casi compulsiva. Como afirmó la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, «Granada rinde homenaje al artista que sintió fascinación por la ciudad, al mismo tiempo que
salda una deuda histórica contraída con él desde que comenzó a frecuentarla en busca de un nuevo lenguaje pictórico». La muestra se agrupa en torno a seis grandes bloques, precedidos de
paneles explicativos. En el primero de estos, titulado 'El imaginario pintoresco', se ubica temporalmente el 'flechazo' que el barcelonés sintió por Granada, a partir de
su primera visita en 1887, donde trabó contacto tanto con el paisaje como con el paisanaje local. Ocho años más tarde, vuelve con el objetivo de disfrutar la ciudad y pintarla. De su
disfrute da buena cuenta la fotografía, de autor anónimo, que se le tomó a las puertas de una cueva sacromontana, y de su trabajo pictórico, esa 'Granadina' con rasgos gitanos que
se asoma a un mirador albaicinero. Las gitanas aparecen en varios retratos más de la época, que forman parte de esta primer segmento, en el cual también se da cuenta de cómo el artista no se
ahorró ninguno de los 'must' típicos, como retratarse disfrazado de moro. En el segundo segmento, 'La imagen de Granada y la Alhambra', ahonda en la fascinación del
artista por el monumento, centrada en su visita de 1898. Además de una calle sacromontana, retrata la 'Escalera del agua' del Generalife, alguna de sus glorietas y la magnificencia
de sus patios. En esta sección de la muestra hay también interesantes obras de Joaquín Sorolla y Ramón Casas. EL JARDÍN POÉTICO La conexión del artista con lo que el cuadro cuenta, al
margen del propio paisaje, centra la tercera parte de la exposición. Una obra de Rusiñol hoy desaparecida ilustra el poema 'Le cyprès' de Henri de Regnier, e introduce al visitante
en la preocupación por el tiempo y su fugacidad. Serán su arte, la literatura y singularmente la poesía quienes le rescaten, siquiera momentáneamente, de esa certeza de su propia finitud.
Sus obras 'Fulls de la vida' y 'Oracions', cuyos carteles, dibujados en colaboración con Miguel Utrillo, se exhiben, son buena muestra de este rescate. No tiene empacho
Rusiñol en mostrar paisajes que en realidad no existen sino en su cabeza, y fuentes que emigran de otros lugares. La sugestión es tan fuerte, el sentimiento tan hondo, que todo es posible.
Aranjuez, Mallorca, La Granja, Valencia, Barcelona y París aparecen también retratadas en sus lánguidos atardeceres. Y también rincones perdidos de Granada, como el Huerto del Duque de Gor,
hoy en el Camino de Ronda. En 'El panteísmo naturalista', el pintor compone poemas visuales a través de los jardines. Árboles como el almez o el sauce son testigos del paso del
tiempo, y las rosas testimonio de una belleza pasajera que renace cada primavera. Una parte de la exposición se dedica al histórico álbum 'Jardines de España', editado en 1903 y
luego reeditado en 1914, acompañado por poemas de autores como María Lejárraga, Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado, entre otros. En esta sección se puede observar una vez más el
extraordinario tratamiento que el artista hace sobre el agua, en obras como 'Patio de la alberca', y en ella también aparecen algunas fotos de cuadros perdidos o dibujos de grafito
sobre papel que muestran a Falla tocando el piano en 1915. Una escultura de Joan Borrell sirve como introducción a la última parte de la muestra, 'La leyenda del artista', donde
una serie de fotografías familiares y profesionales le retratan en su entorno, o relajado en casa de unos amigos granadinos. Especialmente simpáticas son las caricaturas de
'Picarol', quien con una leyenda que reza «Vendido antes que pintado» sobre un lienzo en blanco muestra su gran éxito, o la de Bagaría, que le reviste de laureles propios de un
sabio griego. EL CUADRO QUE VEÍA MUSSOLINI Y UNO DEL QUE SÓLO QUEDA UNA FOTO Una figura del relieve de Rusiñol atrajo el gusto de muchos amantes del arte, unos más recomendables como
personas que otros. Uno de los poco recomendables fue el dictador fascista italiano Benito Mussolini, quien atesoró durante buena parte de su vida la obra 'La fuente de Apolo', que
retrata un rincón de Aranjuez. La condición de extranjero de Rusiñol hizo que la obra no se exhibiera en la Galería Nacional –donde volverá ahora–, sino en el Museo del Aire, en un
despacho. Otra de las curiosidades de la muestra es que incluye un cuadro desaparecido, del que sólo ha quedado una foto: 'Cipreses viejos', de 1895, una estampa del Generalife
perdida en el Museo Fabre de Montpellier. «Si alguien conoce su paradero, que nos lo diga, por favor», bromeó la comisaria, Mercedes Palau-Ribes. .