
Los padres de ana elena, la chica asesinada en juncaril: «nos han destrozado la vida» | ideal
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Pepe y Conchi son los padres de Ana Elena G. G., la chica de 29 años asesinada de forma monstruosa por Juan Francisco T. M., ... a quien el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA)
ha ordenado que se le vuelva a juzgar con un jurado y magistrado distintos. El acusado por el brutal crimen de la joven, ocurrido el 5 de febrero de 2021 en las oficinas de una empresa del
polígono de Juncaril, en Albolote, había sido declarado culpable de cometer el asesinato sin tener afectadas sus facultades mentales. Se le impusieron 27 años y tres meses de prisión. Pero
el recurso de su defensa, como adelantó en exclusiva IDEAL hace unos días, ha terminado prosperando. La consecuencia: el juicio se tendrá que repetir para, en definitiva, volver a decidir si
el verdugo de Ana Elena, que fue golpeada y apuñalada con una violencia extrema, actuó en el transcurso de un brote psicótico. Pepe y Conchi no son jueces, pero lo tienen claro: «No». El
matrimonio vive con el alma rota por la ausencia de Ana Elena y ahora con su confianza en la Justicia resquebrajada. Conchi recuerda que su hija era «responsable, generosa, familiar, una
buena hija, una buena hermana, amiga de sus amigos, una persona independiente y honrada». Llevaba empleada cerca de dos años en la oficina de la empresa del padre de Juan Francisco y los
fines de semana también trabajaba. Se estaba preparando oposiciones a Aduanas y hacía unos cinco o seis meses que había dejado el domicilio familiar y se había ido a vivir a un apartamento
porque ya tenía solvencia. Justamente el mismo día que firmó el contrato para trabajar en el polígono de Juncaril había recibido una oferta de una gran empresa para un puesto en Budapest
(Hungría). Pero el sueldo era similar y prefirió quedarse en Granada. Ni Pepe ni Conchi están acostumbrados a hablar con los medios; no habían concedido antes ninguna entrevista de este
tipo, pero la decisión del TSJA les ha empujado a expresarse públicamente. Las preguntas son telefónicas y la pareja, extraordinariamente amable y educada, contesta a todas ellas sin reparo,
conscientes de que tendrán que afrontar nuevamente el trance de otro juicio y revivir el terrible final de su hija. En las sesiones del anterior, ambos estuvieron entre el público,
escuchándolo todo desde los fríos bancos de la Audiencia. La pareja, que ejerce en la causa la acusación particular (su otro hijo también ejerce otra), admite que la decisión del TSJA de
anular el veredicto del jurado les ha sentado «verdaderamente muy mal». Creían que la resolución del jurado se iba a mantener en el tiempo (no es nada habitual que el alto tribunal andaluz
anule veredictos;sí que corrija sentencias para afinar las penas, pero no que invalide juicios). «No tenemos opción a recurso en ninguna instancia y nos ha abocado a un nuevo juicio que
esperemos salga igual que el anterior», señala el padre. SENTIDO COMÚN Los jurados, como indica Pepe, son legos el leyes, «pero son gente normal, igual que todo el mundo, a la hora de
valorar las pruebas del juicio». Son, en definitiva, «personas con sentido común normalmente». Por eso espera que los próximos jurados lleguen a la misma conclusión que los primeros. Porque
aunque el nuevo tribunal popular se integre por nueve ciudadanos diferentes, las pruebas e informes periciales, recuerda, serán idénticos. «El TSJA admite que hay motivación, aunque luego
dice que no es suficiente», explica Pepe. «Nos han destrozado la vida completamente. Mi mujer sigue necesitando medicación y apoyo psicológico... Es muy duro, es muy duro, es muy duro», dice
Pepe al hablar del trágico final de su hija. Y ahora, como indica, «otra vez con el abogado, con las pruebas, revivir cómo ocurrieron los hechos... es muy duro. Tendremos que sacar fuerzas
de donde sea. Tenemos un buen abogado –Rafael López Guarnido– y confiamos bastante en él», agrega. «Esperamos que salga todo igual». agrega. Para Pepe, con esta decisión del TSJA se hace «un
flaco favor a la figura del jurado, que son personas normales, de la sociedad (...) que votan en función de lo que ven, escuchan y entienden que se dice». El hombre apela a la grabación de
las sesiones, del que se desprende, a su juicio, que el jurado emitió su veredicto con acierto. En lo que respecta a los testimonios del acusado, Pepe tiene claro que «se veía que estaba
todo preparado, que estaba todo aprendido», cuando indicaron que Juan Francisco, que fue diagnosticado ya en la prisión de Sevilla de esquizofrenia paranoide, llevaba tiempo teniendo
delirios y alucinaciones. Conchi interrumpe en este punto de la conversación a Pepe para recordar cómo actuó después del crimen el acusado: «Si tú no sabes lo que estás haciendo, tú no
intentas esconder todo lo que estás haciendo». Para la madre de Ana Elena, si tú sufres un brote psicótico y no eres consciente de tus actos «tú no bajas la persiana para que no la
encuentren; tú no te desplazas a la piscina que hay más agua para tirar el cuchillo y esconderlo; tú no te vas a tu casa y te cambias de ropa; y cuando llega la Guardia Civil a tu casa, no
sales corriendo y si lo haces es porque sabes que has hecho algo». «¡QUIEN ES LA VÍCTIMA TOTALMENTE INOCENTE ES MI HIJA!» Conchi Madre de Ana Belén Conchi no solo rechaza el supuesto brote
psicótico alegado por la defensa del acusado –que podría servirle para lograr una eximente completa, acabar en un centro psiquiátrico penitenciario y salir pronto de él si los médicos
concluyen que su mejoría lo permite–, sino que pone en duda «completamente» que el procesado tenga una enfermedad mental. «¡Quien es la víctima totalmente inocente es mi hija!», deja claro
Conchi. Ana María nunca tuvo miedo a su verdugo, según sus padres. Pepe asegura que el acusado solo acudía a la empresa para cobrar. Y el día que mató a su hija era día 5, día de cobro, y
Ana Elena no podía pagarle porque su jefe, y padre de aquel, estaba en el hospital. «Mi hija lo único que hacía era que la empresa funcionara», enfatiza. Conchi se despide entre lágrimas al
evocar a su hija. «Yo me he dado cuenta cuando ha faltado la cantidad de gente que la echa de menos y la cantidad de amigos que tenía».