
Nuevas capacidades, viejos lapsus | ideal
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Cuando faltaban tres jornadas para el final del campeonato, sin esperarlo porque el primer sorprendido fue Fran Escribá, se anunció el cambio de técnico en ... el Granada. Un club habituado
a transitar entre bastidores aparece de pronto en el escenario y saca un conejo de su chistera ilusionando al espectador. Dejándolo atónito. Pura magia. Como lo fueron las sombras chinescas
hace miles de años. Resulta que en fútbol un simple relevo en el banquillo puede cambiar el mundo. El que rodea a un equipo, se entiende. Todo acontece de manera tan sutil y vaporosa que
resulta incomprensible la inmediatez con la que se produce una transformación que pudiera considerarse realmente efectiva. En La Coruña, el Granada parecía otro equipo. Como si un espíritu
reparador hubiera conquistado el ánimo de sus jugadores y los guiara hacia la toma acertada de decisiones protegiéndoles del peligro y proyectándolos hacia la verticalidad con menos cautela.
Pacheta llega con clara tendencia a los cambios de sistema. Como Escribá, paradójicamente. Lo manifestó ya en su presentación oficial. Sí se le adivina sin embargo una buena dosis de
carácter, cualidad necesaria para competir, y de buen motivador, condición igualmente necesaria como ya quedó demostrado en casa del Deportivo. Acertó Pacheta al mantener la línea de cuatro
atrás y dejar los experimentos tácticos en su mesa de diseños. Mantener la mente de los jugadores despejada es un buen antídoto para el desconcierto colectivo que venía padeciendo el equipo
granadino. Pero el entrenador burgalés pudo comprobar en Riazor que el tren de los errores continúa circulando en silencio por los raíles de la recuperación que pretende y deberá desviarlo
cuanto antes hacia una vía muerta. Potenciar la concentración general y precisar en los cambios durante la puesta de sol de los partidos se antoja imprescindible para alcanzar la redención
final en tan irregular temporada, pues el sábado pasado se apreciaron nuevas capacidades, pero también viejos lapsus.