Histriónicos y grotescos | ideal

Histriónicos y grotescos | ideal


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España no deja de ser un país grotesco, extravagante en el modo de pensar o en sus formas de conducirse, exagerado ilógico, tragicómico. Pero de ... un tiempo a esta parte parece que


afanosamente se aplica en ser especialmente disparatado y esperpéntico. Pareciera que Valle-Inclán, o Goya, estuvieran devolviéndonos con sus espejos una imagen que se convierte en la


metáfora grotesca de nuestro ser, de nuestra civilización; mientras los españoles no nos reconocemos en el reflejo. Atravesamos una realidad totalmente distorsionada con, especialmente, un


sesgo político perfectamente definido que hace que nos apartemos ridículamente y visceralmente de la narración objetiva de los hechos. Y este desatino, esta necedad, igualmente se da en


diferentes aspectos de la realidad, sin que de algún modo nos revelemos, muy al contrario asumimos el histrión, lo grotesco, la gresca desmedida, como el compás de nuestra nueva percepción.


La palabra grotesco proviene del italiano por alusión a las pinturas murales de la Domus Aurea de Nerón, o el Palacio de Tito, halladas en los sótanos, llamados grotte, 'grutas'.


Estas estancias albergaban murales de hombres y animales en espacios fantásticos, llenos de vegetación, mezclados en desordenada proporción y fuera de contexto y que se convirtieron en un


estilo pictórico imitado por grandes artistas como El Bosco, Archimboldo, Dalí, o, como ya he mencionado, Goya. En estos tiempos donde la sociedad es ficticia, distópica, tan vulgar y tan


pesebrista, tenemos herida el alma, abducida por un cosmos donde la sinrazón y la ignorancia, reinan e imponen su grotesca realidad. Y, además, ¿acaso ahora no crecen como hongos en nuestro


territorio infinidad de personajes estrafalarios e histriónicos? Lo grotesco no es necesariamente algo negativo y en determinados contextos, como sucede en el mundo del arte,


intencionadamente en su desmesura, en su absurdo, llama la atención sobre determinados aspectos de la existencia. Lo grotesco en muchas ocasiones nos ayuda a desestructurar las cosas a las


que estamos acostumbrados para contemplarlas desde otra perspectiva y comprenderlas de otro modo. Pero cuando lo grotesco toma las tribunas y las pantallas, se aposenta en los sitiales, se


instala en muchas mentes que se van desprendiendo de la conciencia; nos clona, nos aglomera en el consumo infinito, cuando hace que la cultura se vuelva anticultura y se convierta en sí


misma en una caricatura, entonces no somos capaces de asumir nuestra degeneración, ni de sentir el temblor del rayo en la latitud germinal de la tierra. Artísticamente lo grotesco se muestra


como una síntesis de contrastes donde lo bello y lo feo, lo dramático y desalentador pero también lo cómico, lo culto y lo popular, lidian por imponerse sin que esa dicotomía se despeje


nunca. A la luz de la Celestina, del Quijote,…, lo grotesco ha ido retratando nuestra realidad con esos espejos de lo tragicómico, de lo caricaturesco. Quevedo que hace de su lenguaje


creación grotesca y expresión de un mundo grotesco, es un referente. La señorita de Trevélez de Carlos Arniches es un ejemplo palpable de tragedia grotesca. En Amanece que no es poco, José


Luis Cuerda hace gala de un ingenio absurdo cercano al esperpento de Valle-Inclán. Es una película sarcástica que resalta lo grotesco de las situaciones cotidianas. Flannery O'Connor es


una de las escritoras estadounidenses más importantes del siglo XX, una de las voces que mejor ha reflexionado sobre lo grotesco. Según la autora, el novelista es un realista de distancias.


Esta visión de distancias es la capacidad de ver lo lejos en lo cerca, así como de ver distante lo que le es cercano. «Es -decía- esta clase de realismo el que se ve en las mejores


instancias del grotesco»). Es así que literariamente el grotesco moderno es aquel que recurre a deformar las apariencias para mostrar una verdad. Lo grotesco nos salpica mires donde mires,


pero en su perfil más necio, vulgar y perverso, nos desangra.