
Foráneos y visitantes: ¿un amor imposible? | ideal
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Más allá de los desplazamientos de población por descanso u ocio que protagonizaban los poderosos del mundo clásico o de la gira por varios países ... que emprendían los jóvenes de buena
familia europeos, conocido como el Gran Tour –un viaje de carácter formativo y cultural, que se puso de moda a partir del siglo XVII–, el interés por visitar lugares distintos a los de
residencia habitual de forma moderna y planificada surge en 1841, año en el que Thomas Cook organiza el primer viaje planificado de la historia reciente. Curiosamente fue un fracaso
económico, aunque se considera el precedente del «paquete turístico», de extraordinario éxito hasta la actualidad. Solo una década después, en 1851, se crea la primera agencia de viajes del
mundo 'Thomas Cook and Son'. Supone el inicio de la industria turística que, como toda industria moderna, se desarrolla en el seno del capitalismo liberal; se trata por tanto de
vender un producto al mayor número de consumidores posibles y maximizar el beneficio utilizando estrategias empresariales adecuadas en cada momento. Así, en una primera etapa, en el contexto
de la sociedad de masas, la actividad turística tuvo un carácter homogéneo y masivo, (Sol y playa y algunos destinos muy consagrados –París, New YorK…–) adecuado a una emergente clase
media; en una segunda etapa se diversifica (sol y playa, gastronómico, cultural, deportivo…), a tono con una sociedad más heterogénea, informada e individualizada. Crece de forma
exponencial, y a veces, de manera caótica e insostenible. Este crecimiento está ligado a una serie de circunstancias: el aumento de la movilidad por el abaratamiento e incremento de los
transportes; la difusión a través de las redes de los «paraísos turísticos» y joyas arquitectónicas; la globalización que convierte a todo el planeta en lugar visitable; los paquetes
destinos perfectamente organizados y asequibles que la poderosa industria turística ha desarrollado; (y parodiados en la divertidísima película de 1969 'Si hoy es martes esto es
Bélgica' en la que un grupo de turistas norteamericanos visitan 9 países europeos en 18 días); el aumento de la renta per cápita; la institucionalización de las vacaciones ; la
mercantilización de la vida íntima que conlleva la exposición pública de fotografías y experiencias sugerentes... Dicho en cifras y según datos de la OMT, en 2024, el turismo internacional
movió a 1.400 millones de personas. España recibió a 93,8 millones de turistas, marcando un nuevo máximo histórico y todo parece indicar que este año llegaremos a los 100 millones, lo que
supone una magnífica fuente de ingresos para el país pero que va acompañado de una serie de inconvenientes y del surgimiento de nuevas problemáticas sociales que, inevitablemente, condiciona
en gran medida la vida cotidiana de los residentes habituales entre los que cabe destacar: -Superación de la capacidad de carga, concepto que hace referencia al número máximo de visitantes
que puede contener un determinado espacio, recurso o destino turístico. Esto significa que todo aquello que sea susceptible de ser fagocitado por el interés foráneo corre el riesgo de sufrir
hacinamientos y aglomeraciones, quedando en última instancia solo para uso y disfrute del visitante. Se han ido implantando progresivamente medidas para paliar estos inconvenientes; la
prohibición directa de algunas actividades: (cruceros en el gran Canal veneciano), tasa turística para viajar a determinados enclaves; grupos reducidos; cita previa para realizar la visita,
tiempo acotado... etc., además, gesta un peligro ya puesto en evidencia por varias investigaciones. La constancia de que algunos espacios, especialmente los centros históricos de algunas
ciudades se conviertan en museos abiertos, solamente recorridos y usados por visitantes, con comercios orientados al consumo turístico, y hoteles y apartamentos para este uso, con lo que se
provoca la expulsión de residentes: subida de precios; pérdida de vida ciudadana. -A pesar de los intentos de control, de forma inevitable y paulatina, los recursos turísticos sufren un
deterioro progresivo. Es de conocimiento público la suciedad del Everest (por citar un espacio aparentemente inaccesible para el común de los mortales ) o el deseo imparable de llevarse un
recuerdo del lugar (arena, piedra, ladrillo, flor etc..). -Privatización del espacio público. Cada vez una mayor cantidad de plazas, aceras anchas o zonas peatonales, pasan a convertirse en
terrazas de bares y restaurantes. En Granada esta tendencia es más que evidente, máxime con la fama de bares y tapas que ya posee y su indudable atractivo turístico que hizo que el año
pasado recibiera a 6,4 millones de personas y aunque el municipio pueda obtener un beneficio económico de la actividad, sería deseable no obstaculizar los desplazamientos a pie de la
ciudadanía. Toda esta problemática no ha sido bien gestionada por las administraciones públicas y ha ido alimentando un rechazo cada vez mayor hacia los turistas por parte de los residentes
habituales, con protestas y situaciones conflictivas que generan la percepción negativa general de que no es posible una convivencia amable y tolerante entre ambos colectivos. Obviamente, no
se trata de acabar con la industria turística, –que sería de España si ella–, y además, no creo que sea posible (ya hemos comprobado que puede haber periodos de estancamiento e incluso
freno como el provocado por la pandemia y que se recupera con extraordinaria rapidez). Se trata, como para otras tendencias sociales que desequilibran la convivencia y crean tensiones entre
grupos con intereses divergentes, de analizar; planificar; informar y aplicar medidas preventivas y correctoras. Acabo con una última reflexión que quizás mereciera un artículo aparte: la
falta de consciencia por parte de todos y todas de nuestro doble rol de residente, esporádicamente, turista ¿quién no hace turismo actualmente? Ponernos en el papel de los extraños o, al
revés de los residentes junto con la buena educación y la cortesía podría mejorar bastante las interrelaciones sociales e incluso aprender los unos de las otras.