
¿Resucitaremos? | Ideal
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En estas fechas, tras un largo invierno, la primavera se asoma a nuestras calles y salimos como enamorados a su encuentro. Y si hay una ... fiesta que se extiende por las calles de todos los
pueblos y ciudades son las procesiones de Semana Santa. Tiene gran calado en la sociedad con sus cientos de procesiones, triduos, besamanos y besapiés. Está de moda. No hay barrio que se
precie que no tenga hermandades y pasos nuevos. Conozco de primera mano, respeto y admiro el trabajo solidario que hacen muchas cofradías a lo largo del año pero creo que el despliegue de
lujo y ostentación es excesivo. El propio arzobispo de Sevilla lo ha dicho estos días: «Las procesiones de Semana Santa no son un desfile». Por algo será. ¿De verdad hace falta tanto?
¿Tantas Vírgenes y Cristos con nombres rimbombantes? No reniego de la «fe de mis mayores», de las tradiciones «admirables», de la presencia de obras de arte en nuestras calles, de la riqueza
musical e imaginera, de los momentos únicos de devoción pero no nos confundamos. No es nada nuevo. Hace más de un siglo Machado ya hablaba de que en toda esa exhibición no había «átomo de
religiosidad». Estoy segura de que ahora es infinitamente superior. Suena 'La saeta' por doquier pero casi nadie sabe lo que quiso decir don Antonio en su poema. Lo que empezó como
una ilustración catequética para el pueblo se ha convertido en idolatría y negocio. «¿En qué habéis convertido la casa de mi Padre?» nos recordaría Él con seguridad. ¿Quién tiene en cuenta
más allá del sentimentalismo superficial lo importante de estos días? Los gobernantes también impulsan sin medida estas fiestas y se hacen devotos de todas las imágenes. Devotos de los
votos, de los restaurantes y los hoteles llenos en sus ciudades. Y viendo el precio y funcionamiento de las sillas y tribunas… En ciudades como Málaga vamos hacia una Semana Santa en la que
se privatiza el espacio público, con procesiones para ricos y guiris. Toda esa exhibición es turismo y es folclore pero dista mucho de la fe, del amor fraterno, de Él. Cuidado con ser
capillitas que después no cumplimos con nuestro trabajo, evadimos impuestos, sembramos odio en nuestras familias y en nuestro entorno, rivalizamos con la cofradía de enfrente, con el del
otro barrio, con el del equipo contrario, prendemos la mecha en redes sociales y permanecemos en silencio ante un mundo lleno de guerras y holocaustos. Que la gomina, los trajes, las
mantillas y el incienso no nos unja con la hipocresía de creer ser buenas personas. Que no sea un desfile de Tartufos, de fronteras y puños cerrados, de procesiones llenas y sagrarios
vacíos. Deberíamos aprender a unir nuestros hombros con fuerza y valentía no solo debajo de un trono sino durante todo el año y levantarnos todos a una en tantas cosas. Es lo que veo y lo
que siento. Dios me libre de juzgar a nadie. Espero que hayan tenido una feliz Semana Santa y, si eso, resucitemos.