Antonio sevillano se merece una calle en almería | ideal

Antonio sevillano se merece una calle en almería | ideal


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Entiendo perfectamente que recelen de este titular, firmado por mí, con el apellido que tengo. Pero déjenme que les cuente un par de cosas. Antonio ... Sevillano Miralles (siempre que puede


mete su segundo apellido, en homenaje a mi abuela María) se merece una calle en el casco histórico de Almería porque ha investigado con ahínco en las entretelas de su historia, sus rincones,


sus personajes, sus tradiciones y su cultural popular. Se ha dejado la vista, y no es ninguna metáfora, en los archivos de esta santa ciudad. Ha sacado partidas de nacimiento, defunción y


legajos varios, olvidados, inéditos, algunos amarillentos y crepitantes de puro viejos, con el mismo cariño con el que una madre saca a su hijo de la cuna. Después ha compartido todo ese


conocimiento con su conciudadanos. Escribe con rigor, ofrece charlas, conferencias, participa en documentales y libros de temas almerienses, guía visitas a pesar de que las piernas le


responden solo regular, y es un habitual del mundo cultural de esta tierra. Cuando su querida peña flamenca El Morato le concedió su máxima distinción, el Morato de Oro, los miembros de la


junta directiva se turnaron para leer su currículo por relevos, de lo extenso que es. Sabe (mucho) de flamenco, toros, costumbrismo, Carmen de Burgos, religiosidad popular. De hecho es el


agnóstico más religioso que conozco. Tanto que, en una ocasión, su amiga María del Mar, abadesa de las Puras, le dijo: «Antonio, eres ateo pero por la gracia de Dios». Solo por eso creo que


ya sería merecedor del reconocimiento. Pero es que luego está lo que no se ve. Esas peticiones que comienzan con un «Ay, señor Sevillano, si usted pudiera ayudarme…» y que atiende siempre


que puede (e incluso cuando no puede). Le piden datos, documentación, fotografías y/o asesoramiento para tesis, investigaciones y trabajos periodísticos varios. Ha apoyado de diversas formas


a jóvenes promesas del flamenco. Regala libros, escritos por él y de su impresionante biblioteca. Y siempre está disponible para aportar su conocimiento allí donde haga falta. Es todo un


personaje público, apasionado, para lo bueno y para lo malo, que no distingue entre ideologías y credos para sus filias y sus fobias. Él le tiene cariño a las personas, y se alegra lo mismo


de ver al obispo, a sus buenos amigos cofrades, a sus compañeros del PSOE o al presidente de la Diputación. Ir por él con la calle es hacer más paradas que el autobús número 20. Sin embargo,


localizarlo no siempre resulta fácil, o no según la mentalidad del siglo XXI, porque no tiene móvil. Es la única persona que conozco en tan analógica situación, pero no ha habido manera. No


hay problema, porque a partir de las 10 de la mañana, más o menos, y si no tiene otros compromisos, atiende en su despacho de la Cafetería Colón, en la Plaza Conde Ofalia (por favor, nunca


digan en su presencia que es la Plaza de los Burros, que se enfada). Recuerdo una mañana, cuando tenía su despachillo en otra cafetería, que habíamos quedado pero me surgió un imprevisto y


no podía ir. Llamé a la cafetería en cuestión y pedí que me pasaran con él para explicárselo. Así lo hicieron y, mientras hablábamos, imaginaba la escena del camarero saliendo a la calle con


el teléfono en la mano: «Señor Sevillano, una llamada para usted». Una estampa decimonónica, puro Café Gijón, debió de parecer aquello. Así que, adelante, apliquen a mis palabras el


cociente de sangre y amor filial, más todos los filtros de objetividad que quieran, y ya verán como, al final, la conclusión seguirá siendo que Antonio Sevillano Miralles se merece una calle


en el casco histórico de Almería.