La infalibilidad | Ideal

La infalibilidad | Ideal


Play all audios:


Ernesto Medina Miércoles, 30 de abril 2025, 23:57 Comenta Compartir Fue establecida por el Concilio Vaticano I en 1870. Para que tenga efecto el Papa ha de pronunciarse ex cathedra; id, est,


desde la silla que lo encumbra como máxima autoridad de la Iglesia católica. Queda restringida a la doctrina sobre fe y moral concurriendo la asistencia del Espíritu Santo. Algún teólogo


refrenda la infalibilidad con el aserto de que se producirá cuando, además, el Papa pontifica -permítaseme el casi pleonasmo- sobre los asuntos citados en comunión con todos los obispos del


mundo. Expongo esta digresión eclesiástica para evidenciar que en la longeva historia de la Iglesia católica la infalibilidad es joven y, sobre todo, se aparta del concepto de poder


unipersonal al que someramente podríamos asociarla. Ignoro cuáles son los motivos por los que los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco I, han planteado una revisión, todavía


incipiente, sobre el Dogma de la infalibilidad pontificia. Pero en el seno de una institución conservadora y anclada a los preceptos de la jerarquía el debate está abierto. Lo que no sucede


con el sistema caudillista que gobierna España. Cuando un líder político se sube a su particular 'cathedra' –habitualmente un estrado en los mítines– se convierte en un remedo del


Sumo Pontífice. No es que lo asista la razón o la fuerza de los hechos indubitablemente constatados. Tampoco comparte sus ocurrencias con los colegas -en todos los sentidos del término- de


su partido. Simplemente se tira a la piscina con euforia verborreica sabedor de que los comilitones lo aplaudirán sin cuestionamiento hasta romperse las manos. El juicio crítico queda


soslayado ante la figura del líder incuestionado. Me remito a dos ejemplos recientes. Ningún asistente mostró desagrado cuando la ministra María Jesús Montero se explayó sobre la presunción


de inocencia. Tampoco nadie cuestionó la afirmación de Pedro Sánchez durante su intervención en un Comité Federal del PSOE de que gobernaría «con o sin el poder legislativo». Me es


indiferente si esta servidumbre de los subalternos se debe a la falta de criterio propio o al miedo de perder la regalía que en cada caso se disfrute. Lo que es incuestionable es que con


semejantes mimbres nuestro sistema político dista mucho de la excelencia. La infalibilidad papal se circunscribe a cuestiones de fe o moral. Pertenece al ámbito de la religión, que no deja


de ser una cuestión personal en la que cabe anteponer las creencias más allá de lo que pudiere disponer el raciocinio. No objeto nada mientras dicha infalibilidad sea aceptada por los


creyentes sin repercusión en el resto de la sociedad no creyente o disidente. Pero en política hablamos de un bien común, tangible, en el que no ha lugar para mesianismos. La actuación del


presidente del Gobierno durante el apagón de esta semana ha sido inane, ubicado más allá del bien y del mal. Investido de la infalibilidad que le otorga no ser cuestionado nunca ni por los


suyos ni por los millones que lo votan disciplinadamente al margen de su gestión, Pedro Sánchez entroniza un arcaísmo inasumible en una sociedad avanzada. Quizá no sea casual su homonimia


con el primer Papa. Comenta Reporta un error