Muere el papa francisco | ideal

Muere el papa francisco | ideal


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El Papa Francisco ha muerto, a los 88 años, en su residencia de Santa Marta. Según el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Joseph Farrel: «nos ... enseñó a vivir los valores del Evangelio


con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente a favor de los más pobres y marginados». El argentino Bergoglio llegó a la cátedra de San Pedro hace 12 años, siendo el primer papa


latinoamericano y jesuita de la historia. Eligió su nombre, para rendir tributo a San Francisco de Asís, patrón de los pobres y los animales. El Papa Francisco ha modernizado la Curia


Romana, haciendo más transparente sus finanzas, y pretendiendo devolverle el espíritu evangélico al Vaticano. Afrontó con valentía los abusos sexuales, y dio instrucciones para acabar con


esta lacra y restituir a los afectados, aunque la repuesta no fue tan contundente como esperaba. Ha llevado una vida austera, y apostó por los pobres, los enfermos, los presos y los


inmigrantes. Siempre condenó las guerras, especialmente, el exterminio de Gaza, y la invasión de Ucrania –pocas horas antes de morir condenó el «desprecio a los migrantes y la carrera de


rearme» frente al Vicepresidente americano JD Vance–. Por su apertura, el sector más reaccionario de la Iglesia siempre lo vio como un extraño, y nunca aceptó sus mandatos. Ha luchado contra


el cambio climático, en su encíclica, 'Laudatio Sí', en la que establece la relación entre Dios, los seres humanos y la Tierra. Se ha enfrentado al neoliberalismo –una «economía


que mata», decía–, que margina, cada vez más, a los pobres. Ha defendido la labor de la mujer en la Iglesia, haciendo nombramientos importantes de ellas en el Vaticano, aunque no ha dado el


paso de nombrarlas ministras de los sacramentos. Ha pretendido que los hombres de Iglesia estén próximos al rebaño, –«oliendo a oveja», decía él–, en lugar de ser príncipes de la Iglesia o


mandatarios de ella… En definitiva, ha hecho un Iglesia más humana, más evangélica y menos autoritaria; donde el mandato personal, ha pretendido sustituirlo siempre por la sinodalidad. Como


algún comentarista vaticano afirma, Francisco ha sido Papa sin serlo, porque ha renunciado a la infalibilidad y al poder; colocando en su lugar, la sencillez, la humildad, la labor pastoral,


y las decisiones compartidas. En definitiva, Francisco actualizó el Concilio Vaticano II, que había sido sepultado. Si antes del Concilio la Iglesia entendía que todos debían someterse a su


criterio, se pasó, con él, a otra, basada en el servicio; de una Iglesia jerarquizada, se pasó al Pueblo de Dios; de una Iglesia centrada en la Curia –el poder–, a otra de la periferia


–donde viven los pobres–; de una Iglesia poseedora de la verdad, a otra dialogante con el mundo. El largo pontificado de Juan Pablo II, y el de Benedicto XVI fueron básicos para ese parón


conciliar: no realizaron las reformas del Concilio, que Francisco sí puso en marcha. Será enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, fuera del Vaticano, por deseo suyo, y con un


funeral muy simple. Muy pronto, los 136 cardenales, de todas las partes del mundo, la mayoría nombrados por él, elegirán a su sucesor, que, esperemos, continúe su compromiso con los pobres,


o se alineará con la ola reaccionaria que invade al mundo.