
Miniapocalipsis | Ideal
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Lo peor de vivir este lustro de tragedias, además de las tragedias en sí, es soportar luego a los «expertos». Porque claro, ¿qué es un ... experto? En la mayoría de casos un fulano que te
cuenta lo justo para propagar el miedo y que así todos seamos dependientes de él. Algunos dicen la verdad, pero casi todos o están contratados por el servicio de limpieza del Gobierno, o
están al servicio de sí mismos. Pocas palabras me causan más rechazo que la de «experto». Bueno sí, la de «arrimar el hombro» de los políticos, coletilla preferida de los mediocres que suele
esconder su casi segura culpabilidad. Lo sucedido este lunes en España nos vuelve a demostrar que no hemos aprendido nada en estos años y que, además, somos una sociedad casi incapacitada
para responder de manera útil a los desafíos. No digo de forma heroica, sino simplemente útil. Al final hemos visto que tenemos a la mitad del país bebiendo cerveza y haciendo batukadas
mientras la otra mitad se consume en el pánico y la histeria, que es lo peor que puede hacerse en situaciones críticas. Pero sería mucho pedir que como no tenemos Gobierno al menos tengamos
cerebro social. En este país apenas queda de eso. Bien es cierto que toda la culpa de la respuesta nefasta de la sociedad no es exclusivamente nuestra, sino fruto de todos estos años pasados
que desde el Covid han sido un continuo machaque mediático y de lavado de cerebro de inocular el miedo a que el próximo apocalipsis está cada vez más próximo. De hecho, quien no recuerda
las semanas que llevaban acosándonos con el famoso kit de supervivencia patrocinado por las élites corruptas, corruptoras y corrompidas de Bruselas. Ni 24 horas pasaron para que muchos
miedos de comunicación ya recordaran eso del kit, que en realidad no estaba enfocado a los apagones sino a la invasión de Rusia. Aunque nos quieran convencer de lo contrario, vivimos en la
era de la desinformación casi absoluta, donde los sicarios del miedo saben que están en el lugar adecuado y en el momento preciso para sacar provecho industrial, ya sea en forma de dinero,
de poder o de ambas cosas. Pero viendo a los mamporreros sin vergüenza de la izquierda, habrá que estar vigilantes de que en un par de meses no nos insinúen que esto del apagón fue una
'fake news' de la extrema ultraderecha, siempre dispuesta a manipularnos contra el progreso renovable y la lucha contra el cambio climático. Hemos visto cómo aplaudían al Gobierno
por haber reestablecido la luz o nos explicaban que estar horas y horas sin luz ni conexión es una experiencia digna de ser vivida. Por supuesto que el gobierno trampista se comportó como ya
nos tiene acostumbrados: sin dar la cara, sin dar explicaciones y como auténticos ineptos sin paliativos. Beatriz Corredor, registradora de la propiedad como Rajoy, ya ha explicado que no
piensa dimitir, porque son de estas personas que entienden que en la vida más importante que el dinero o la tranquilidad es la mamandurria del cargo público. Si no dimitió Mazón con más de
doscientos muertos, ¿por qué iba a dimitir ella? No volveré a explicar que una cosa es la responsabilidad y otra la culpa porque es en vano repetirse. Seguimos afrontando problemas y
desafíos con la misma triada oscura: ni se previene, ni se palía, ni se corrige. Pasó con la pandemia, pasó con la DANA en Valencia y ha vuelto a pasar con el apagón. Y sobre los títulos
competenciales cuando llegan los problemas, es un tema tabú en nuestra política. La luz se fue, pero volvió; lo que sigue sin volver- porque nunca hemos tenido digno de tal nombre- es el
Gobierno.