Melodía desencadenada | ideal

Melodía desencadenada | ideal


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Melody se llama Melodía. En serio. En el nombre lleva la penitencia. Ella, consecuente, no se resistió al destino impuesto en la pila bautismal, y ... en lugar de desafiarlo estudiando


notarías, salió artista (su hijo saldrá egiptólogo, porque se llama Cairo), se subió a un escenario y se engoriló al oler la fama siendo una cría. Y no paró hasta recuperarla. Lo consiguió a


base de pico y pala, de cantar, bailar y hacer el helicóptero (yo me creía que era una postura sexual, pero se ve que la expresión es polisémica) por los garitos costeros y las fiestas


populares de esa España que siempre tiene en la boca. Porque Melody, aunque cambie la bata de cola por el body de pedrería, es una folclórica de las de antes, de las que se levantan con la


pestaña postiza puesta, de las que lanzan a la cámara un guiño picaruelo y carmensevillanesco, de las que se creen el personaje, de las que dicen «ese público que tanto me quiere». Con


Melody, la folclórica ibérica ha dejado de ser una especie en peligro de extinción. Para cumplir los cánones, la sevillana también tiene su puntito de estrella. De diva, sí. Melodía,


desencadenada y desencantada, se ha refugiado en su casa en medio de la broncavisión, que hasta por condenar una matanza se monta el pollo. A estas horas del martes en las que escribo, la


cantante sigue sin pronunciarse. Pero Netanyahu sí: ha anunciado que va a invadir toda la Franja de Gaza. Qué mal perder tiene. Quedar segundo en el festival, aun contando con ayuda, le ha


sabido a poco. Si para dejar de asesinar inocentes tiene que llevarse Eurovisión, que se la lleve. Y Putin, que vuelva y lo ganen 'ex aequo'. Ojalá fuera tan fácil. Por mí, como si


quedamos los últimos. O no nos presentamos.