
Con chimo en orriols | las provincias
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Todos los aficionados tenemos una alineación que recitamos de carrerilla. La mía es la del primer ascenso del Levante a primera división: Rodri; Calpe, Céspedes, ... Pedreño; Camarasa,
Castelló, Currucale, Vall; Domínguez, Wanderlei y Serafín. Y resulta curioso que así sea, porque ni tan siquiera vi jugar a aquel equipo. Cuando mi padre empezó a llevarme a Orriols, a
finales de los 70, el club deambulaba entre la tercera división y el fútbol amateur. En aquellos años de gradas vacías, en los que no había presente, y menos aún futuro, la afición solo
podía hablar del pasado: del ascenso de Vallejo, del partidazo del Levante contra el Barça, de Ernesto Domínguez y Antonio Calpe. A fuerza de escucharlas cada domingo, estas gestas quedaron
grabadas a fuego en mi memoria. Pero en realidad el fútbol era para mí lo de menos. Disfrutaba de aquel espacio compartido con mi padre, de las discusiones con las personas que iban
incorporándose a las tertulias interminables del Hotel Renasa: exjugadores, directivos, entrenadores y, en general, granotas irredentos que interpretaban como nadie la enésima derrota. Y
allí es dónde conocí a Chimo. Siempre pasional, inteligente y agudo. Granota y de orden. Mi amigo, primero. Mi hermano para siempre. Una hermandad necesaria, diría yo, para sobrellevar
juntos los múltiples avatares que nos depararía nuestra militancia levantinista: el doble descenso por impagos del año 81, el Ecijazo del 95, el ascenso de Chapín en 2003, la clasificación
para la UEFA en 2012 y la debacle contra el Alavés en 2023, por citar solo unos pocos episodios de la montaña rusa emocional de la que mi amigo y yo nunca podremos apearnos. Porque nosotros
no hemos decidido ser granotas. Es una parte de nuestra identidad que aparece cada fin de semana allá donde estemos. Una identidad que vivimos sin resignación y con orgullo, que hemos
heredado de nuestros padres y transmitido a nuestros hijos y sobrinos. Una herencia cultural inigualable que transita desde la Platjeta a Orriols. MI PRIMERA ALINEACION ES RODRI, CALPE,
CÉSPEDES, PEDREÑO, CAMARASA, CASTELLÓ, CURRUCALE, VALL... Y por ello, siento sana envidia al ver la riada de niños y niñas que acuden cada domingo al Ciutat de València, construyendo junto a
sus familias los recuerdos que los acompañarán toda la vida, conociendo a personas que cambiarán su visión de las cosas, como Chimo cambió la mía, disfrutando de una amistad pura,
fundiéndose en un abrazo después de cada gol y sufriendo después de cada derrota. Reconozco en ellos al niño que fui, entrando a Orriols con mi padre de la mano. De hecho, ayer, en el
Plantío, cuando el equipo saltó al césped pude sentirlo a mi lado, viviendo un nuevo ascenso a primera división. Querido amigo, vamos a jugar el partido. Y vamos a ganarlo. Yo estaré
contigo. En Orriols.