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Lunes, 2 de junio 2025, 01:10 Recuerda como si fuera ayer la primera vez que vio 'El baile de los vampiros', de Roman Polanski. Cuenta que lo hizo de pie y a escondidas de sus

padres, tras la puerta entornada del salón de la casa del barrio del Carmen donde fue «criado y engordado», siendo plenamente consciente de que la película no era apropiada para un niño de

nueve años por los dos rombos rojos que precedían la emisión. Jesús de la Peña Sevilla (Murcia, 1976) descubrió en ese momento su pasión por los vampiros, a pesar de reconocer que de

pequeño, además de revoltoso y 'chulillo', era un poco miedoso. Desde entonces, 'Drácula' se convirtió en su libro de cabecera y calcula que puede tener en su colección

'vampirera' seiscientas películas, doscientos libros y unas mil publicaciones, entre artículos y ensayos. «Tengo un 'toc'», apunta sobre esta faceta de su personalidad

que ha marcado su vida y sobre la que versa su segunda tesis doctoral. De la primera detalla que fue sobre la trayectoria cinematográfica de Fernando Fernán-Gómez y que la hizo para librarse

de la mili. De padre enfermero y madre maestra, Jesús es el mediano de tres hermanos, posición de la línea genealógica que define como la del «superviviente». Reconoce que nunca fue buen

estudiante hasta que se matriculó en Historia del Arte en la Universidad de Murcia y descubrió el mundo al que quería dedicarse. Repitió curso en el colegio Nuestra Señora de los Ángeles de

Rincón de Seca donde trabajaba su madre y se sacó «culebreando» Bachillerato de «ciencias puras» en el instituto El Carmen cuando aún no tenía ni idea de qué eran los estilos barroco y

gótico. EN EL CENTRO CULTURAL PUERTAS DE CASTILLA, QUE DIRIGIÓ DURANTE UNA DÉCADA, APRENDIÓ A «TOCAR EL CIELO Y ROZAR LOS INFIERNOS» Su experiencia 'erasmus' le llevó a Italia,

país que, según destaca, conoce mejor que España. Allí se enamoró de Venecia, «una ciudad para perderse» donde le gustaría retirarse y a la que ha viajado hasta en noventa ocasiones. Fue

entonces cuando hizo suya la premisa de que «viajar tendría que ser obligatorio» y se convirtió en una pieza clave en su desarrollo vital y profesional. Destaca que su primer trabajo

'artístico' le permitió tocar el techo de la Catedral de Murcia, ya que fue cantero del equipo encargado de la restauración del templo de finales de los 90. Rememora de esta

experiencia laboral que, además de ganar más dinero que ahora, la faena que desempeñaba hizo que pasara de ser un 'tirillas' a 'embarnizarse', como se refiere a su

transformación física haciendo alusión a la expresión de un buen amigo andaluz. En pleno agosto de 2004 entró por primera vez al centro cultural Puertas de Castilla. Lo hizo sobre ruedas,

con sus inseparables patines. Empezó como azafato y acabó siendo el director de este espacio donde aprendió a «tocar el cielo y rozar los infiernos». En 2020 tomó las riendas del Cuartel de

Artillería, donde ha impulsado «un cambio animal» al frente del Área de Producción Audiovisual y Digital, con el 'hub' equipado con tecnología puntera que ha puesto a Murcia en el

mapa audiovisual europeo. Desde hace unos días también tiene en sus manos el reto de poner en valor la antigua Prisión Provincial, convertida en el Centro de Cultura Contemporánea Cárcel

Vieja, además de seguir dirigiendo el Festival Internacional de Cine de la Región de Murcia (IBAFF), que cumple este año su decimoquinta edición. Muchos frentes abiertos que asume con la

pasión de un «analógico convertido en digital» que necesita «ser jodidamente feliz» y que exprime los días con noches en vela. «Ver amanecer es un regalo para el alma». Reporta un error

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