El gran bazar de la calle mayor de lorca | la verdad

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Domingo, 4 de mayo 2025, 09:20 Comenta Compartir La Frutería Antonia ha bajado la persiana por jubilación después de 31 años en la calle Mayor del barrio de San Cristóbal. No parece nada


extraordinario, pero los vecinos sí lo viven así y el último día antes del cierre entraron por sorpresa al negocio para agradecer a Antonia y a Pedro, su marido, el servicio que han prestado


en la barriada durante tres décadas con la lectura de una emotiva carta de despedida. «Es que ya quedan muy pocos comercios de los de siempre y tememos que sigan cerrando más. Esto es una


pena», dice a LA VERDAD Isabel Sánchez. Ahora en el escaparate del bajo, cerrado ya de forma indefinida, hay un cartel de 'se vende'. Bartolomé Carrasco es de los que resiste en la


calle, donde abrió la Joyería Padilla hace 33 años. «Los que quedamos aguantamos con los clientes fieles y porque los bajos son nuestros y no tenemos que pagar alquiler, pero sabemos que no


vamos a ganar clientela nueva», asegura resignado. Vaticina que «dentro de diez años, cuando nos jubilemos, desaparecerá el comercio tradicional de la calle Mayor. Nadie va a invertir


aquí». Francisco Javier García, de la Pastelería Navarro, es de la misma opinión. Regenta uno de los negocios de más solera de la calle, fundado hace más de tres cuartos de siglo, y reconoce


que «no podríamos vivir de la gente que queda en el barrio». Lo hace gracias a que «nos hemos ganado clientela del resto de la ciudad y de la huerta», que busca sus pasteles con sabores


tradicionales elaborados en el obrador de forma artesanal. La calle sigue siendo la más comercial del barrio, no hay apenas locales vacíos, solo que los negocios han cambiado su perfil con


el paso de los años y el aumento de la población sobre todo de origen marroquí, que supone cerca del 25% de los cerca de 16.000 habitantes de San Cristóbal. Hay abiertos cinco bazares


regentados por marroquíes, cuatro tiendas de ropa y calzado de segunda mano, tres tiendas de muebles y electrodomésticos, cuatro de alimentación, dos carnicerías y una tetería en el espacio


comprendido entre la plaza de La Estrella y la calle Abellaneda, aunque en la barriada son muchos más. Algunos están asentados desde hace dos décadas, como es el caso de Mohamed Ashan, que


está detrás del mostrador de uno de los bazares. «Antes estaba solo yo pero ahora hay mucha competencia», afirma. Vende desde zapatos hasta especias, pasando por hornos, teteras, cazuelas de


barro para hacer tajín, alfombras y mantas. «Aquí puedes encontrar tu casa completa», explica resuelto Yassine Kamil, un curtido comerciante que muestra orgulloso los salones árabes de su


exposición y el amplio muestrario de telas brocadas y terciopelos para la confección de sofás a medida con precios que oscilan entre los 600 y 800 euros. «Lo tienen todas las casas de


familias marroquíes y lo usan en su día a día», explica. Es lo más exclusivo que se puede encontrar en los comercios de la calle, pero también cuenta con muebles funcionales, cocinas y baños


de segunda mano o con «defectos estéticos». MÁS COMERCIOS ESPECIALIZADOS Kamil dice convencido que seguirá aumentando el número de comercios especializados en la comunidad marroquí porque


está creciendo la población con la segunda generación. «Llevamos nuestra cultura adonde vamos y somos emprendedores. Nos gusta el comercio y ofrecemos productos que necesitamos y no


encontramos, sobre todo para nuestra gastronomía. Solo nosotros tenemos este tipo de tiendas y apenas hay negocios latinos, africanos o rumanos», pese al vecindario de estos orígenes en San


Cristóbal. La población autóctona no suele frecuentar los negocios marroquíes ni a la inversa, dicen los vecinos. «Es muy raro que vengan a comprar», afirma el pastelero, igual que en la


tienda de prendas de vestir y hogar Úrsula. En la joyería, realizan algunos arreglos en su taller, pero de forma excepcional. Comenta Reporta un error