
El entierro de la sardina | la verdad
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Es en la juventud cuando cometemos imprudencias y temeridades, sin pensar en las consecuencias. Recordando la representación que hizo allá por 1851 un grupo de ... estudiantes murcianos en
Madrid donde cursaban sus estudios. Organizaron un cortejo fúnebre, acompañando el féretro, donde en su interior depositaron una sardina, a la que más tarde prendieron fuego. Este acto
simboliza una fiesta pagana y es el triunfo de Don Carnal sobre Doña Cuaresma. La Iglesia, en otros tiempos, veía este desfile como un despropósito pecaminoso, y en parte tenía toda la
razón, ya que al llegar la Cuaresma eran muy estrictos en los juegos, y en los mismos prostíbulos echaban el cierre. Por un momento debemos situarnos en aquel tiempo, en el año 1851. La
Inquisición fue abolida en 1834, pero la Iglesia seguía ejerciendo una influencia muy fuerte sobre la monarquía. Así que fue una temeridad e insensatez propia de los impulsos rebeldes de la
edad, pero a pesar de ello los años pasaron y otros desenfrenos con ellos, hasta llegar a la actualidad. Ahora, durante estos días que preceden al desfile, los sardineros llenan las calles
de alegría y música de las charangas. Es una convocatoria al sábado del Entierro. El sardinero tiene la finalidad de hacer disfrutar a los más pequeños, pero en el fondo él también se llena
de alegría. Es una extensión del carnaval y va más allá, hasta el punto de que se une a tradiciones aparentemente paganas, de culto a dioses de distintas mitologías de la antigüedad. La
organización y la preparación lleva un trabajo de muchos meses para que todo salga a la perfección. Es la responsabilidad de técnicos y personal especializado. La tarde del desfile, la
multitud llena todo el recorrido. La diversidad y el colorido emocionan a la concurrencia. Los niños se encuentran hechizados por lo que están presenciando, pero los mayores no están
abandonados, ya que los sardineros les ofrecen también diversión. Nacionales e internacionales ofrecen lo mejor y entre todos se hace presente el histórico dragón de Conte. Y llegan las
carrozas, cada una con un nombre de dios o diosa mitológico, repartiendo juguetes y balones, que enloquecen a los pequeños. El catafalco con la sardina espera el último acontecimiento de la
fiesta, cuando el fuego purificador consuma la abstinencia. Una vez más, los sardineros saben ilusionar, emocionar y alegrar con ese derroche de generosidad que les caracteriza, llenando de
satisfacción a toda la concurrencia.