
¿conviene hacerse el sueco con el coronavirus?
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La respuesta sueca a la COVID-19 ha sido mucho menos intensa que en cualquier otro país europeo, incluyendo sus vecinos nórdicos. Suecia no sólo eludió los confinamientos generalizados sino
que mantuvo abierta la escuela primaria, continúa desaconsejando el uso de mascarillas (salvo situaciones específicas) y hasta hace poco mantenía sin aislar a los contactos asintomáticos de
los pacientes con COVID-19 (asumiendo muy alegremente una escasa capacidad de transmisión). Esta heterodoxa estrategia, aparentemente _laissez faire, laissez passer_, ha encandilado a
“negacionistas”, ultraconservadores y “liberales” de todo el mundo. Algunos manifestantes de las protestas de septiembre contra las restricciones en Berlín portaban banderas suecas. Los
conservadores estadounidenses y británicos presentan a Suecia como la demostración del éxito de evitar los confinamientos. Y los firmantes de la Declaración de Great Barrington, que
reivindican un camino rápido hacia la “inmunidad de rebaño” (un concepto que explícitamente niega la estrategia sueca), también sugieren que la vía sueca es la adecuada para recuperar la
economía. Pero no es obvio que los datos de Suecia, de salud o económicos, puedan soportar tanto entusiasmo. Tampoco que Suecia sea el paraíso sin restricciones que pretenden los partidarios
de generalizar su supuesta estrategia. Ni mucho menos que los países que han empleado confinamientos no tengan cosas que aprender de la vía sueca. LOS DATOS DE SALUD Si nos atenemos a los
datos sanitarios, “hacerse el sueco” no parece una buena idea. Al menos en comparación con los otros países nórdicos. Tanto en casos confirmados por millón de habitantes (Figura 1) como –y
sobre todo– en fallecimientos por millón de habitantes (Figura 2), Suecia tiene registros mucho peores que Dinamarca (5 veces menos fallecidos), Finlandia o Noruega (10 veces menos). Los
datos globales de Suecia son incluso peores que los de la media de la Unión Europea, pese a estar muy lastrados por los malos registros de Reino Unido, España, Italia y Francia. Y no sólo
por un pico más elevado en la primera ola, sino especialmente por la lentitud del descenso de la curva de mortalidad en ausencia de confinamientos (Figura 2). Si atendemos al exceso de
mortalidad monitorizado por EuroMoMo, Suecia es el único país nórdico que muestra un claro exceso de mortalidad (Figura 3) y que, otra vez por el lento descenso de la curva, no se normalizó
hasta finales de julio. En cuanto a cómo de cerca están los suecos de alcanzar el siempre especulativo umbral del 70% de personas que han pasado la infección para alcanzar la, no menos
especulativa, inmunidad de rebaño, los datos indican que la seroprevalencia se sitúa en torno al 15%. Es decir, muy lejos del 40% que la Folkhälsomyndigheten (la Agencia de Salud Pública de
Suecia) preveía alcanzar en mayo de 2020. LOS DATOS ECONÓMICOS La caída del PIB de los países nórdicos en el segundo trimestre de 2020 no parece muy afectada por la imposición o no de
confinamientos. Suecia, con un 8,6% de reducción del PIB, mostró la mayor caída pese a la ausencia de confinamientos. Dinamarca (-6,9%), Noruega (-5,1%) y Finlandia (-4,5%) han aguantado
mejor. También Holanda, Alemania o Estados Unidos se sitúan en ese rango de caídas. Comparar con las economías de España, Italia o Reino Unido puede ser un buen truco de ilusionismo, pero la
respuesta económica no tiene tanta relación con las estrategias de afrontamiento de la COVID como con las características previas de cada economía. Y, se mire como se mire, los datos no
avalan que Suecia haya tenido un mejor comportamiento económico que sus vecinos nórdicos. NO ES TAN SUECO EL LEÓN COMO LO PINTAN Por otra parte, la repetida y tópica presentación de Suecia
como el país que no adoptó medidas poblacionales para frenar la pandemia es muy injusta con la estrategia sueca, plagada de restricciones, muy bien descritas en una reciente publicación. La
estructura de gobernanza sueca, con 21 condados que gestionan la atención sanitaria (con unidades de enfermedades infecciosas con amplios poderes, incluso para imponer aislamientos) y 290
municipios (que gestionan la atención comunitaria y los servicios sociales), hace difícil hablar de una respuesta global homogénea. De hecho, y al igual que España, Suecia tuvo una
transmisión por regiones extremadamente desigual, concentrando casos y muertes en Estocolmo. Pero Suecia no fue pasiva. Restringió desde principios de marzo las visitas a los centros
socio-sanitarios, ordenó el aislamiento de los pacientes sintomáticos (aboliendo las penalizaciones salariales por baja laboral y ofreciendo compensaciones a los pacientes con COVID para que
se quedaran en casa), impuso restricciones a viajes y recomendó fuertemente el teletrabajo (y continúa haciéndolo). Suecia también realizó un notable esfuerzo por mantener el
distanciamiento social. Ya en marzo prohibieron los eventos de más de 500 personas, que en abril redujeron a 50. Publicaron instrucciones para la hostelería (y clausuraron los locales que
las incumplían). Aunque las escuelas permanecieron abiertas para los alumnos de hasta 16 años, los mayores de esta edad, incluyendo universidades, pasaron tempranamente a enseñanza _on-line_
(aunque reabrieron –manteniendo la distancia– a partir de agosto). Además –y quizás sobre todo–, Suecia ha mantenido y mantiene importantes campañas de información y pedagogía de riesgos,
incluyendo las dirigidas –en sus propios idiomas– a las minorías étnicas. Minorías que, al igual que en otros países, presentaron una mayor proporción de afectados. ¿SE PUEDE SER SUECO FUERA
DE SUECIA? La estrategia sueca no sólo ha seducido. También ha sido muy criticada. El Science Forum COVID-19 (más conocido como “los 22”, por el número de científicos y médicos que
inicialmente lo integraban) ha sido muy duro con la estrategia de su país y con Anders Tegnell, el funcionario jefe de la Folkhälsomyndigheten, artífice de la controvertida estrategia en un
país donde la Constitución no permite al Gobierno “influir” en cómo las Agencias gubernamentales desarrollan su trabajo. También reputadas publicaciones científicas como el _British Medical
Journal_ o _Science_, así como el _Independent Advisory Group for Emergencies_ de Reino Unido, han señalado las debilidades del abordaje sueco de la pandemia. Remarcando que nada indica
superioridad respecto a sus vecinos nórdicos, más bien lo contrario. Actualmente, cuando los casos repuntan en la Europa de los confinamientos de la primera ola, Suecia resiste con repuntes
discretos (también sus vecinos nórdicos, especialmente Finlandia y Noruega, como mostraba la Figura 1). Más que por una mayor inmunidad poblacional, es probable que los suecos sean más
suecos que nadie y sigan más estrictamente las medidas de distanciamiento social pese a tener menos normas obligatorias. Quizás sea porque confían más en una Salud Pública que desde el
principio ha apostado por una estrategia a largo plazo (y no de 15 días, cada 15 días), como explicaba Tegnell en una interesante entrevista en la que hasta se muestra razonablemente cauto
con el impacto de la vacunación y apuesta por una visión de salud pública global (no sólo infecciosa) que aborde los determinantes sociales. Quizás sea porque sus mensajes no son
contradictorios. O quizás porque han evitado el “circo” político. Quizás porque la Salud Pública confía en su población tanto como la población en su Salud Pública. Quizás la vía sueca sea
adecuada para los suecos: un país rico, con un estado social pujante, servicios sanitarios y sociales poderosos, y una gran confianza mutua entre la administración y la población. Quizás la
vía sueca no sea la mejor idea en países con grandes desigualdades sociales y desarrollos sociales y sanitarios muy débiles o muy debilitados. Como recientemente señalaba Richard Smith en el
Blog del _British Medical Journal_, todos los juicios sobre el éxito de las diferentes estrategias en esta pandemia son provisionales, simplemente porque la pandemia no ha terminado y en
muchos aspectos es impredecible. Quizás, también quizás, todos podemos aprender algo de cómo hacen otros las cosas.