Votad, votad, malditos

Votad, votad, malditos


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Pedro Sánchez no tiene otra que intentar repetir la jugada el 23-J cebando la caña electoral con el fin de arrogarse el papel salvador de los considerados, a su entender, como colectivos


vulnerables. | Europa Press


La mejora aparente del cuadro macroeconómico había ofrecido un cierto respiro al Gobierno en su obstinado pulso electoral, pero esta vez no ha sido la economía la que ha votado en las urnas,


sino más bien la moralización de la política practicada mediante una lobotomía cultural subvencionada con el talonario del Tesoro Público. Pedro Sánchez no tiene otra que intentar repetir


la jugada el 23-J cebando la caña electoral con el fin de arrogarse el papel salvador de los considerados, a su entender, como colectivos vulnerables. Para el restante común de los mortales,


la bonanza de los grandes números unido a la convocatoria exprés de elecciones generales supone, sin embargo, un arma de doble filo que amenaza con quebrantar la economía doméstica de esa


masa anónima que el Gobierno adoptó en calidad de padre putativo bajo el enunciado de la llamada clase media trabajadora.


Nadia Calviño ha sido urgida por Moncloa para afinar los timbales y las trompetas con objeto de festejar por todo lo alto la recuperación de los niveles prepandemia que será certificada, más


vale tarde que nunca, al término del segundo trimestre, coincidiendo con la nueva campaña electoral de julio. El enfermo rezagado de la eurozona se encuentra en condiciones de ser


trasladado a planta pero antes de que empiece a levantarse de la cama los equipos médicos de Bruselas quieren retirar inmediatamente la respiración asistida con que nuestro país ha estado


surfeando la ola de la crisis estos tres años. La presión de las autoridades comunitarias obligará al Gobierno a un ejercicio más difícil todavía en su estrategia de soplar y sorber con unas


cuentas públicas de amplia sonrisa profiden y profunda caries dental. 


«Tras el 28-M, el presidente del Gobierno se siente incomprendido como si España no le mereciera: ‘No fuisteis buenos electores y seréis castigados como malos contribuyentes’»


La papeleta que tiene Sánchez consiste en distinguir entre los ciudadanos más desvalidos de aquellos que sin llegar a tales extremos están obligados a mirar también de reojo la cuenta


corriente a final de mes. La cuestión estriba en fijar la línea de corte que separa a unos y otros a sabiendas que todos votan el mismo día en las urnas y teniendo en cuenta además que si de


algo adolece la Administración Pública, con sus deficiencias estructurales y las más recientes inducidas por las nuevas reivindicaciones laborales, es de una capacidad de gestión que


garantice la eficacia y la eficiencia en el manejo de los recursos públicos. Tratar de seguir al pie de la letra las propuestas neoliberales que reivindican el triaje entre diferentes


estratos sociales constituye desde esta perspectiva una verdadera trampa saducea para un Gobierno en las últimas y con escaso margen fiscal.


La Presidencia española de la Unión Europea ha saltado por los aires pero eso no hace sino elevar el listón de las exigencias de Bruselas, donde el anticipo electoral ha sido interpretado


como un desaire institucional, por decirlo de una manera suave. El Banco de España, vicario de la doctrina de la fe comunitaria, ha expresado también sus más severas recomendaciones para que


las medidas de apoyo tengan un alcance temporal y selectivo, lo que supone una indirecta contra la operación de socorro y salvamento exaltada por el líder socialista como bálsamo de su


descarada puesta en escena electoral. Confortado en la falaz interpretación de una economía más preocupada por generar estadísticas favorables que por satisfacer las necesidades de sus


ciudadanos, el jefe del Ejecutivo no tiene además el mínimo reparo en plagiar a José María Aznar asegurando al mundo mundial que “España va bien”.


El Gobierno Frankenstein se ha transformado sin solución de continuidad en un muerto viviente al que la Comisión Europea ha tomado la palabra. Las autoridades comunitarias esperan a la


vuelta de la esquina con las rebajas y Nadia Calviño no posee argumentos ni fuerza interior suficiente para enfrentarse a sus mayores de Bruselas. El escudo fiscal adoptado en España no es


el que mejor protege las expectativas de destino de la vicepresidenta primera, que mientras hace las maletas ya está trabajando en la “desconexión” de las medidas promulgadas con horizonte


más corto de tiempo. La rebaja del IVA de los alimentos y la bonificación a los combustibles para el transporte profesional por carretera vencen el próximo 30 de junio y su definitiva


eliminación servirá de aperitivo a una pretendida normalización de la economía en la que los contribuyentes reconvertidos en electores por un día tienen muy poco que ganar y bastante mucho


que perder.


Por muchas excelencias que ahora pontifique Pedro Sánchez para adornar su gestión, la economía nacional sufre un déficit primario injustificable de casi el 5% del PIB que condena cualquier


exceso de gasto público superior al 2,6% y obliga a un ajuste equivalente al importe de las ayudas destinadas a paliar la factura del gas y de la luz. Aparte figuran los descuentos en Renfe


y Rodalies de Cataluña, la financiación del 50% para que los jóvenes viajen en Interrail estas vacaciones, las subvenciones para que los jubilados disfruten de cine por dos euros todos los


martes, las becas para estudios de formación profesional y toda esa gama variopinta de dádivas en forma de peanuts con las que el presidente del Gobierno creía que podía ganarse el estómago


agradecido de los españoles.


El tiro ha salido por la culata y alguien podrá pensar que el candidato socialista está dispuesto a echar el resto en una jugada a todo o nada más propia de un ludópata de casino que de un


estadista político. Pero no es menos cierto que el Gobierno necesita también congraciarse con las autoridades europeas colocándose en posición de saludo ante los burócratas de Bruselas. Todo


ello para abonar el terrero de esa huida hacia delante con la que su muy digno presidente ha salvado la cara dentro del PSOE. En el seno del comité federal del partido, la convocatoria


electoral sólo puede interpretarse como como un blindaje personal de Sánchez tras el trompazo con varias vueltas de campana que ha sufrido su irredento socialismo en coalición con podemitas,


separatistas y bilduetarras.  


El truchimán de Moncloa ha comprendido que ‘no es la economía, idiota’ la que puede sacarle de la ruina, sino la capacidad para lanzarse en plan kamikaze con una campaña orientada a


demonizar los pactos de gobierno que el Partido Popular y Vox deberán acometer en amplias demarcaciones territoriales del país. La consecuencia será la crispación llevada hasta sus últimas


consecuencias y el empobrecimiento añadido de unos ciudadanos que, en términos generales, se verán despojados de las muletas del Estado por no haber respondido adecuadamente a la generosidad


mal entendida del candidato socialista. Puede que la llamada a las urnas en medio de las vacaciones de verano suponga la tumba del sanchismo, pero antes de pasar a mejor vida política el


inquilino de Moncloa ha emitido su adagio postrero y maldito: No habéis querido ser buenos electores en el presente y seréis castigados en el futuro como malos contribuyentes.


Más de cuatro décadas como testigo de los grandes movimientos económicos de España. Si la experiencia es un grado, en este caso… Ver más


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