Por qué tina turner es la reina de la reinvención en la edad madura

Por qué tina turner es la reina de la reinvención en la edad madura


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Turner triunfó en su debut como artista solista con el histórico álbum _Private Dancer_ en 1984 a los 44 años, cuando la mayoría de las mujeres suelen encontrarse en el descenso de sus


carreras en el mundo de los espectáculos. Su transformación —personal, profesional, física y espiritual— eclipsó todo lo que había logrado en sus años más jóvenes, y a medida que subvertía


los conceptos de envejecer, surgió como una de las personas más sensuales y energéticas del escenario. Pudiera muy bien haber cambiado el título de su gran éxito de 1984  “What’s Love Got to


Do With It?” (qué tiene que ver el amor en esto) a “What’s Age Got to Do with It?” (¿qué tiene que ver la edad con esto?). Entretenimiento Paramount+ 10% de descuento en cualquier plan de


Paramount+ See more Entretenimiento offers > Verla en vivo en Cincinnati, en su gira _Private Dancer_ de 1985 fue sencillamente impresionante.  Ella tenía casi 46 años, estaba en tan


buena forma como cualquier atleta olímpico, y bailaba enloquecida (en tacones, nada menos), adueñándose del escenario con la energía y el abandono de una mujer con la mitad de sus años. Era


la definición de lo que puede ser una madurez sana, bailando, brillando y haciendo temblar su entorno, y cantaba canciones que hablaban de su propia historia: una mujer que se reinventa, que


se da cuenta de su propio poder y que no se disculpa por nada de ello. "De vez en cuando aparece un campeón especial, un Joe Louis, un Jose Capablanca, un Joe DiMaggio, alguien en


cuyas manos la forma en cómo lo haces toma precedencia sobre qué haces... único de su clase", escribió Chris Chase del _New York Times_ cuando Elvis Presley actuó en el Madison Square


Garden en 1972. Así se siente haber sido testigo de la majestuosidad de Tina Turner en el apogeo de su reinado. Y sin embargo, no era evasiva, no se elevaba sobre su público. Yo era poco más


de diez años más joven, y sentía un miedo atroz ante lo que consideraba mi descenso a la mediana edad. Al igual que la mayoría de la audiencia cautivada, me sorprendió su poder vocal y


personal, y al verla dominar el escenario del anfiteatro con la confianza ganada por tanto esfuerzo y la autoridad de una mamá leona —esa melena salvaje, desafiante y enloquecida que


agregaba a la imagen— pensé: “¡Increíble! Si esta mujer está pisando los 50, ¿por qué me preocupan mis 40?”. Y cuando se reía, en un torbellino de pura alegría, la broma estaba en todos los


que dijeron que ella no podía hacerlo. Ella había recargado su alma, y también la nuestra. Su gloria formaba parte de hacer las paces con su pasado, cortando las cadenas de negatividad con


Ike, con su madre y con ella misma. Como escribió en su libro _Happiness_… “Aunque finalmente me hice casi tan famosa por mis piernas como por mi talento, todavía no podía ver mi propia


belleza”. Fue el budismo lo que la ayudó a encontrarse a sí misma y a reconocer que “la adversidad no es necesariamente algo malo”, como me dijo. También la ayudó a definir su misión:


“Darles esperanza a los demás para que también ellos puedan ser felices. Las personas felices son fuertes, pero las personas fuertes no son necesariamente felices. Desde el punto de vista


espiritual, digo que 'convertí el veneno en medicina' y he transformado las dificultades de mi vida para hacer realidad mis sueños”.