
Amor en los confines de León
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Albires es un pueblo de frontera. Esta pequeña localidad de apenas medio millar de habitantes marca el límite entre las provincias de León y Valladolid. La vista de las montañas leonesas
parece marcar el principio del territorio leonés por ese sur de planicies. Albires pertenece al municipio de Izagre y a la provincia de León, aunque está a los pies de Tierra de Campos, esa
`provincia’ sin reconocimiento legal que abarca terrenos de León, Valladolid, Palencia y Zamora. Pero hay que salir de la carretera de Valladolid y de los carteles oficiales para adentrarse
en unos paisajes que se alejan de los tópicos de la belleza del terruño leonés. Albires forma parte, en parte, de una Zona de Especial Protegida para las Aves (Zepa), en la que la avutarda
es uno de los pájaros más prominentes. Una vez dentro del pueblo, por el camino de Valdemorilla, arranca una ruta ornitológica. Todavía es pronto para disfrutar de la rueda de las avutardas.
Es abril la época más propicia para contemplar este espectáculo que embelesa a cualquiera y que para los agricultores de la zona es una estampa más de su vida cotidiana. Acercarse a Albires
por esta ruta en invierno tiene otros alicientes. Más en un invierno lluvioso como este y en unos días en que las montañas aparecen esplendorosas en el horizonte con su manto blanco. La
ruta se desarrolla de forma circular entre Albires y la Dehesa de San Llorente, un trozo de Valladolid, del municipio de Mayorga de Campos, dentro del municipio de Matanza. La Laguna Amor,
uno de los 39 humedales de interés especial, es uno de los atractivos paisajísticos más singulares del recorrido. Un laguna desconocida y que, como la mayoría de las zonas húmedas, está
sufriendo el impacto del cambio climático. El invierno es la época ideal para mirarse en estas aguas en medio de la estepa, por lo más probable es que para mayo hayan desaparecido. Los
humedales tienen un especial interés como espacio acuático también por la diversidad que alojan o atraen, sobre todo las aves migratorias. Ahora que se acerca el día de los enamorados y que
las ofertas de lugares paradisiácos para darse un beso o hacer una declaración se disparan, en los confines de León Amor es una laguna. No es el único humedal de la ruta. El arroyo de
Cagazamarras es otro de los puntos de interés de esta ruta apta para viajeros enamorados de lo insólito y sin miedo a ese frío estepario que corta la cara en el invierno leonés. Un lago
frente a las bodegas es otro rincón espectacular dentro de la sencillez y linealidad de este paisaje en el que se miran en las aguas estas cuevas milenarias del vino, junto a árboles
desnudos. Dos palomares, uno circular y otro con doble tejado a cuatro aguas, completan la estampa sobre las tierras labradas en las que ya empiezan a reverdecer los trigos. La ruta se
desarrolla a lo largo de casi 8 kilómetros y es de fácil acceso. Un lugar que sale de los cánones para pasar una mañana de asueto en el sur de León. Porque el sur también existe y los
pueblos también son para el invierno. Conocer la laguna Amor o cualquiera de los 39 humedales de la provincia en su época más esplendorosa es también una forma de acercarse a esa diversidad
acuática que merecería la pena conservar con más mimo. Mirarse en sus aguas y tomar conciencia de que el planeta no se salva solo en la Antártida sino que hay que preservarlo también en los
pequeños lugares que tenemos tan cerca como la Laguna Amor de Albires. Un lugar que invita a pensar cuál fue el motivo por el que alguien decidió bautizarlo con el nombre de Amor y si ese
nombre tiene algo que ver con el amor de Cupido o son palabras mayores de amor a la naturaleza de los antiguos pobladores. Ya en el año 1115 hay constancia de la existencia de Albires a
través de Don Martín Díaz de Prado, más conocido como el Señor de Albires. Tan reconocido caballero que, en 1148, el emperador Alfonso VII le donó los lugares de Albires y Mayorga de Campos
(ahora en Valladolid). En el último pueblo de la provincia de León (o el primero si se viene desde Valladolid) está ese paseo inesperado con un horizonte infinito, donde las fronteras son
pura invención.