
Realidad virtual para combatir el párkinson | ideal
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Jueves, 10 de abril 2025, 00:48 | Actualizado 14:50h. Comenta Compartir Una enfermedad «de sorpresas». Así es el párkinson para Leticia Núñez Mariscal, toledana de 47 años asentada en
Granada que desde la pandemia convive con la rigidez y los temblores. Tras muchas pruebas, llegó el diagnóstico. Tenía solo 42. Se refugió en la asociación Párkinson Granada, con treinta
años de experiencia. En su sede en la calle Santa Clotilde, en terapia, no solo ha descubierto su afición al macramé, sino que, para trabajar la movilidad, la realidad virtual se ha
convertido en un nuevo aliado. Cuando aparecieron los síntomas, Leticia se sentía «muy cansada»y padecía ciática y lumbago a menudo. «No era capaz de levantar la pierna para subir al autobús
y se me quedaban los dedos muy tiesos al cortar cualquier cosa. No podía ni batir un huevo», comparte con IDEAL. Natural de Talavera de la Reina, llegó a la ciudad nazarí para estudiar
Farmacia en la UGR. Se quedó por amor. Su marido Alfonso y su hija, que hoy tiene doce años, son sus grandes apoyos en este camino de piedras que es la vida. En Párkinson Granada entró
llorando. «Aquí ves realidades muy distintas, gente de todos los niveles. Unos de centro de día y otros como yo, que parece que no lo tenemos pero lo tenemos», explica. Leticia se
tranquilizó cuando vio aparecer a María Angustias Díaz «con sus tacones y su aire de aquí estoy yo y puedo con todo». Según ella, «que la presidenta lo sufra le da categoría a la asociación
porque sabe perfectamente a qué nos enfrentamos y qué necesitamos». El equipo de profesionales la evaluó y enseguida empezó en talleres de manualidades. También accedió al logopeda y no
faltaba al fisioterapeuta «porque tenemos rigidez y hay que quitársela». Es uno de los aspectos más limitantes, por eso ella tiene claro que quiere cuidar su movilidad, para no perderla. Con
ese objetivo, precisamente, se ha diseñado una de las terapias más curiosas y entretenidas que esta asociación granadina ofrece a las personas con párkinson. En su primera sesión, que pudo
presenciar esta redacción, Leticia sintió un «pudor» que pronto se transformó en felicidad. El terapeuta ocupacional Josué Sánchez le ayudó a colocarse el visor VR de Sony, el de la
PlayStation, y le entregó los mandos. En cuestión de segundos, la mujer se transportó a un universo paralelo. Una pantalla mostraba lo que ella veía. Estaba en el espacio y en sus manos
manejaba dos sables láser, uno rojo y otro azul. Hacia ella, se aproximaban cubos de sendos colores que debía destruir al ritmo de la música. UNA OPCIÓN «JUVENIL» «Es súper chulo, algo
novedoso y divertido, no la típica terapia de sube el dedo, baja el dedo, coge la pelotita, suelta la pelotita. Eso, depende de la edad, puede ser aburrido. Esto, sin embargo, es más
juvenil, más adaptado a nuestra edad, y se echa en falta», cuenta Leticia Núñez. Durante la experiencia, percibió su movilidad como «normal». Ella pensaba «que iba a estar más rígida», pero
se sintió «súper bien». Este formato incluye diversos juegos de 'Beat Saber' para tratar la coordinación de las dos manos. No obstante, Josué Sánchez también enfoca la terapia
desde un punto de vista cognitivo. Para ello, utiliza las gafas de realidad virtual de Meta. «No tienen cableado, son un poco más cómodas. Las tengo enfocadas, sobre todo, a funciones
ejecutivas como planificación, atención o inhibición», explica el terapeuta. Estas herramientas son «atractivas» y eso genera una «adherencia». Además, «la implicación en la terapia ayuda a
que las otras capacidades cognitivas y físicas mejoren aún más». La terapia de realidad virtual lleva poco más de un año en cartera. Solo se dirige a perfiles concretos y en terapia
individual. La protagonista de esta historia está deseando repetir. «Es divertido probar cosas nuevas, sobre todo, cuando hay días que te tiras una hora para pelar una patata o que no puedes
ni subirte a un taburete para coger algo del armario», confiesa. Esta es la realidad de Leticia. Un día cree que no tiene nada «quitando estos dolores» y sueña con subir a la sierra andando
y otro limpia los suelos de Granada porque no es capaz de levantar el pie. Tareas como ducharse o conducir también se han vuelto otro desafío. En su casa tiene bañera y esa es una barrera
que a menudo le cuesta cruzar. Pisar los pedales y cambiar de marchas no es más sencillo. «Cuando te dicen la palabra neurodegenerativa, no lo entiendes. De primeras, piensas que está bien,
quitando estos dolores. Pero con el tiempo te vas dando cuenta de que son brotes y vas a necesitar muchos apoyos. Es una enfermedad cara», subraya. Leticia se sincera. Espera que haya una
cura. Dice ser «optimista, no realista», y pide que se invierta más en investigación y se fomenten las ayudas y subvenciones. Tarde o temprano, «nos puede pasar a cualquiera». Comenta
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