Boyé logra una paz imposible | ideal

Boyé logra una paz imposible | ideal


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Nada como fallar un penalti ante tu exequipo para firmar la paz entre dos aficiones irreconciliables. Lucas Boyé logró lo que parecía imposible al desaprovechar ... la oportunidad que habría


devuelto al Granada su ventaja contra el Elche, por más que le doliera. Uno de los capitanes rojiblancos ahora como en su día lo fue ilicitano, su estrepitoso lanzamiento dejó a los hinchas


de ambos equipos relativamente conformes para lo que podía haber pasado en un sentido y en otro. Tres temporadas y seis millones de euros después, Boyé hizo un último servicio involuntario


al club al que todavía pertenece en un 30% y generó consenso en la grada por la ovación con la que fue sustituido. El '7' no lo llevaba Odion Ighalo esta vez, pero todos los


presentes quisieron aplaudirle. La afición brindó un recibimiento a la altura al autobús del equipo, pese a no resultar tan masivo como el mítico por las semifinales de la Copa del Rey con


el Athletic en 2020. Más allá del «sí se puede» y del resto de cánticos clásicos de apoyo, ya entonces comenzaron los insultos al Elche y su parroquia. Con mejor humor, la grada de animación


preparó una pancarta con el lema 'nuestros eternos hijos' en el que un granadinista daba un biberón con la palabra 'ascenso' impresa a un bebé vestido de verde que


lloraba con el recuerdo de 2011. Ya en el interior de Los Cármenes, hubo quienes tuvieron más interés que otros por avivar la rivalidad. No gustó que la afición del Elche no respetase el


himno local, pero al sentir mayoritario del granadinismo tampoco le agradó que se ofendiera a los visitantes tras el gol de Giorgi Tsitaishvili que inauguró el marcador. Fueron esos pitos


entre rojiblancos precisamente los que precedieron el empate inmediato de Óscar Plano, tras el que la esquina ilicitana no dudó en faltar a la ciudad anfitriona. En el terreno de juego,


mientras tanto, todo se jugaba sobre el alambre y buena parte pendía de la posición de Gonzalo Villar. Fran Escribá le devolvió la titularidad en detrimento de Manu Trigueros pese a su gol


en Cartagena y lo puso a perseguir a Febas por la medular, oscilando entre la segunda punta tras Lucas Boyé sin balón y el volante izquierdo con él para reformular el trivote. El murciano


trató de armar sus clásicas conducciones, pero el Granada no tenía el balón y el Elche lo manoseaba entre su portero y sus centrales para desesperarlo. Pareció funcionar con Villar, picado


incluso con el travieso Nico Fernández al tirarle un caño con el juego detenido. Sin embargo, alguna tecla le debieron apretar a Villar tras el descanso que salió dispuesto a ganarse la


auténtica fama de '10' en el partido. Una de sus arrancadas acabó en el penalti que Lucas Boyé mandaría fuera para recogijo de su antigua afición. «Es de los nuestros», le


cantaron, pese a que ya lucía el brazalete de capitán que Carlos Neva le había dejado al irse sustituido al descanso por Brau. Entre esa y alguna otra pifia, habrá algún malpensado que


piense que lo hizo a propósito. El juego del Elche desesperaba a Los Cármenes, que pedía más presión al Granada entre pitos pese al riesgo de conceder atrás con la misma. Eder Sarabia se


relamía en la banda con el éxito de su plan. Durante la incierta recta final, y antes aún del añadido, Escribá sentó a Boyé con la ovación de las dos aficiones presentes en el estadio al


unísono por imposible que pareciera. Con el hombro vendado como Álex Geijo en aquel 'play off', dejó solo a Stoichkov como candidato al legado de Ighalo y el gaditano dispuso de


una inmejorable oportunidad de falta sobre la frontal, pero estrelló el balón hasta tres veces en la barrera por dos rechaces.