
El 'ikigai' de los entrenadores | ideal
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El Granada perdió el lunes con el Eibar mucho más que el partido y la directiva pudo experimentar la frustración de unos aficionados desbordados por ... las malas noticias. Treinta y tres
jornadas después de su llegada, Fran Escribá improvisó un sistema que nadie entendió. Ni siquiera los jugadores sabían lo que tenían que hacer, como declaró Gonzalo Villar. Esto ya es un
argumento que justifica el cese de un entrenador en declive, como parecía cuando se produjo su fichaje. Hubo un tiempo en que Escribá fue un entrenador de éxito, pero, como ocurrió con José
Luis Oltra cuando llegó a Granada en 2017, ese tiempo quedaba ya demasiado atrás. Desconozco si las causas de este derrumbe se vinculan a la motivación real del entrenador para ejercer su
profesión con el mismo entusiasmo que en sus inicios, o si el estancamiento se debe a una falta de actualización del software, pero hay un momento en las carreras de los técnicos en las que
se inicia una línea descendente muy difícil de revertir. Escribá parece inmerso en este proceso. Dice el escritor Francesc Miralles, coautor de 'Ikigai', que las pasiones cambian,
aparecen con timidez o como un vendaval, y que a veces, mucho tiempo después, simplemente se diluyen. La respuesta a esto es compleja y solo la conocen los propios entrenadores. Confirmada
su salida, que se produce a destiempo, comienza una nueva etapa con Pacheta, que quizás debió ser el elegido para suceder en 2021 a Diego Martínez. En un contexto depresivo, como aquel y
como el actual, el burgalés encaja con naturalidad porque puede hacer brillar su virtud más reconocida: el tono de su mensaje. Positivo, optimista, enérgico y populista. Es, sin duda, el
mejor técnico que ha fichado el club desde la marcha del mito, porque añade al verbo versatilidad táctica y sentido estratégico. La única duda es si llega tarde. Los próximos meses mostrarán
si su 'ikigai', que en japonés significa propósito de vida, es el mismo que entonces, cuando se le negó la oportunidad que merecía, o si, como le ha ocurrido a Escribá, se ha
diluido con el tiempo.