
La ia en el tejido humano | ideal
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Fulano ha desarrollado una nueva rutina. Algunas noches envía un mensaje de audio a ChatGPT. Le cuenta sus problemas y preocupaciones: el 'bullying', el distanciamiento ... social
o la sensación de no encajar en los estándares de belleza. Pregunta cómo ganar confianza, cómo gestionar la ansiedad, cómo aliviar el estrés. La IA le responde con rapidez y precisión,
abordando sus inquietudes con el criterio de un profesional de la salud mental. Esa noche, Fulano duerme tranquilo. En otro lugar, Mengano abre ChatGPT y escribe: ¿Qué pasa cuando una
empresa cambia de gerente? La compañía donde trabaja ha entrado en concurso de acreedores. En unos días, una nueva empresa tomará el control, pero nadie le ha explicado qué significa eso
para su empleo. ¿Se modificará su convenio? ¿Cambiarán sus condiciones? ¿Corre peligro su puesto de trabajo? La IA responde con facilidad: si la nueva empresa ha comprado la unidad
productiva, los contratos de los trabajadores se mantendrán con las mismas condiciones. Su convenio no corre peligro. Mengano respira aliviado. Quizá nos pueda parecer extraño pero el uso de
IA, lejos de realización de imágenes, músicas o incluso cómics, traspasando en muchas ocasiones los derechos de autor, es bastante más común para nuestra vida cotidiana de lo que parece.
Como cuando un joven la usa para mejorar su CV porque en su entorno nadie sabe orientarlo o una madre busca consejos de crianza porque no tiene apoyo familiar ni acceso a profesionales.
Incluso cuando alguien que se enfrenta a una ruptura amorosa, encuentra en la IA una fuente de consuelo y reflexión. Sin olvidar a los empleados que sufren explotación o acoso laboral que
también usan esta tecnología en busca de orientación. La inteligencia artificial ha ocupado un espacio vacío del tejido humano. En un mundo donde la incertidumbre, la falta de apoyo
emocional y la ausencia de orientación profesional son la norma. Muchos buscan respuestas en la IA porque el entorno, la infraestructura social y la falta de accesibilidad a profesionales ya
no se las da. El acceso a psicólogos sigue siendo costoso debido a la falta de una infraestructura pública de salud mental eficiente, con listas de espera largas y tarifas elevadas en la
atención privada. La precariedad laboral por su parte hace que muchas personas no puedan permitirse buscar ayuda profesional, lo que las lleva a buscar respuestas rápidas en la inteligencia
artificial. Las instituciones parecen no dar respuesta a las necesidades emocionales y sociales de los individuos, y la falta de figuras de guía dentro de la sociedad hace que muchas
personas se sientan desorientadas, en donde de nuevo la IA resuelve sus dudas. El problema no es preguntar a ChatGPT, sino que estos programas se hayan convertido en la opción más accesible.
Cuando las empresas no invierten en apoyo psicológico ni orientación laboral, cuando el sistema educativo no enseña habilidades socioemocionales, cuando el acceso a la salud mental está
bloqueado por barreras económicas y burocráticas, asistimos al abandono del individuo. ¿Acaso la salud mental es un lujo? ¿Acaso el bienestar es secundario? Las relaciones humanas se
erosionan en una sociedad que valora la productividad por encima de las personas. Y sin embargo, lo que preocupa a muchos es el uso de la IA, no las razones detrás de su popularidad. Se
habla del peligro de depender de una máquina para resolver dilemas humanos, pero no de la falta de inversión en programas de salud mental, de apoyo laboral o comunitario. ¿Vamos a dejar la
autonomía del pensamiento de los individuos lejos del tejido humano? No. Usar la IA no es el problema, sino que está práctica se dé como consecuencia de una sociedad que ha invisibilizado al
individuo y lo ha dejado a la deriva. Un 'chatbot' no sustituye el calor humano, pero para muchos, es lo único que tienen. Y cuando la única voz que responde es la de una
inteligencia artificial, el retrato social es claro: el individuo no solo se siente abandonado, si no que está a un paso de colapsar, de existir sin ser visto, sin ser escuchado, sin
importar realmente en un sistema que lo ha relegado al olvido.