
Juan José Cano: Soterramiento vs 2.0 | Ideal
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Hace un par de años publiqué en los medios un artículo titulado #soterraMIENTO, una primera llamada de atención a los almerienses de lo que se ... nos venía encima. Me veo obligado a hacer
una nueva revisión de lo expuesto en aquel momento, visto lo visto, sufrido lo sufrido, en estos meses. Y lo que nos queda por venir. En la ciudad de Almería las actuaciones relativas a las
obras del soterramiento han vuelto a demostrar una alarmante falta de ambición en hacer obras transformadoras, que lleven a esta ciudad a dar un verdadero salto de calidad y modernidad, como
hizo Valencia con la Ciudad de las Artes y las Ciencias o Bilbao con el Museo Guggenheim. Pero nos enfrentamos con la triste realidad a la que nos someten los actuales dirigentes de
Almería, que tienen como único objetivo cubrir el expediente, molestar poco y pedir menos a sus jefes en Sevilla y Madrid. Es la historia interminable. La de la mediocridad. La falta de
brillo. Un hito tan esperado como es la llegada a Almería de un tren rápido y moderno, que nos conectará por fin con el levante mediterráneo y desde ahí a España y Europa, que llevamos
esperando tanto tiempo, se va a resolver su integración en la ciudad sin pena ni gloria. Una oportunidad perdida más. Una solución tan deficiente como la redonda donde finaliza abruptamente
la A92 en Viator, 10 años más tarde que al resto y sin llegar hoy en día a la capital. Me ha llamado mucho la atención como los criterios inicialmente fijados en el proyecto han sido
reorientados, no en función de las necesidades de la construcción, sino para agilizar plazos y así evitar coincidencias con las inminentes convocatorias electorales, dejando de lado las
verdaderas prioridades de una ciudad que sigue viva y cuyos ciudadanos necesitan seguir desplazándose sin tanto obstáculo. Unido a otras obras, como la peatonalización del Paseo, que tiene
comentario aparte, no ahora. En charlas con amigos, familiares, compañeros de trabajo o vecinos, el convencimiento generalizado es que todo lo que se hace está justificado, tiene un motivo y
un fin. Nos quieren convencer de que todo lo que se hace viene determinado por un plan perfectamente establecido, planificado y trazado. Y la realidad dista mucho de esto. Sola hace falta
reseñar como ejemplo como se las vieron y desearon para que el autobús urbano fuera capaz de girar en la redonda de Manuel Azaña hacia el nuevo desvío hacia la Carretera de Níjar sentido
barrio de Los Molinos, porque el servicio de transporte publico estaba en el aire hacia y desde los barrios de levante si no se conseguía. Y se consiguió pocos días antes, tras mucho
esfuerzo y mucho darle vueltas. El primer hito de cómo se ha replanificado sobre la marcha lo establecido, en contraposición del interés general, fue adelantar la anulación del paso
subterráneo de la Goleta, previsto originalmente como el último a ejecutar, porque ya se advertía en el proyecto la necesidad de mantener este acceso para garantizar la movilidad. Esta
decisión ha afectado profundamente la permeabilidad entre barrios y la entrada/salida de la ciudad, causando trastornos innecesarios a los residentes y visitantes. Otro ejemplo ha sido la
ocupación no prevista inicialmente de unos cientos de metros de un carril de la carretera de Sierra Alhamilla, en dirección hacia la redonda del Cable Inglés, lo que ha obligado a hacer
desvíos por calles no preparadas ni dimensionadas para absorber ese tráfico. Recorridos que antes tomaban unos pocos minutos se han triplicado, lo que genera una pérdida de tiempo
considerable y una frustración generalizada entre los conductores y usuarios del transporte público. Ante este panorama, surge otra pregunta: ¿Alguien cree realmente que después de este
desatino llevarán un ramal soterrado del tren hasta el puerto? Esto implicaría levantar de nuevo la carretera de Sierra Alhamilla, sumando más dinero, más caos y más destrucción de
infraestructuras a una ciudad ya bastante afectada por decisiones erradas. Una remodelada carretera de Sierra Alhamilla hace pocos años, que ya nos costó un par de millones de euros para ver
poco después como su nueva valla perimetral y su flamante carril bici eran engullidos y destrozados por las obras. En esta ciudad se hace realidad eso que el dinero público no es de nadie.
La principal estrategia de comunicación y de minimización de daños ha sido pedir disculpas preventivamente, siempre con semblante serio. Pero los almerienses debemos ser conscientes que las
consecuencias a estos desajustes hubieran sido menores si se hubiera primado lo planificado y si los ciudadanos hubiéramos estado en el centro, al contrario de lo que ha sucedido, que las
decisiones políticas arbitrarias han primado. El derribo del puente de la avenida del Mediterráneo representa la mayor agresión a la movilidad de esta ciudad. Esta infraestructura,
totalmente funcional, por donde pasan miles de vehículos cada día, y que levantarla hoy en día supondría un gasto de varios millones de euros, será demolido y 'reemplazado' por
intersecciones al mismo nivel que se resolverán con rotondas de enorme tamaño o cruces semafóricos. Prescindir de este puente añadirá más tiempo a cualquier trayecto que pase por esta zona,
especialmente durante las horas punta, especialmente en verano camino a la playa. Los taxistas, quienes conocen profundamente sobre el terreno todos los puntos negros de la ciudad, valoran
en incrementos que rondarán en 15 minutos los trayectos habituales. Las obras, que salen de los impuestos de los contribuyentes, deberían estar para hacernos la vida mejor, no todo lo
contrario. Escuchar a la alcaldesa justificar el inminente derribo de este puente como imprescindible para que entrara maquinaria de gran tamaño para ejecutar las pantallas del canal
soterrado es tomar a los almerienses por ingenuos, dóciles, ciudadanos sin criterio. Viendo lo que va a ocurrir y la falta de contestación social, quizás no les falte razón. Este puente lo
vamos a perder por el capricho estético, no funcional, del equipo de gobierno, porque nada lo justifica técnicamente. El puente es totalmente compatible con el soterramiento. Su demolición
fue una petición expresa del Ayuntamiento de Almería. Quieren una ciudad tan plana como su categoría política. Cuando todo esto acabe, una vez sufridos los inconvenientes de meses y meses de
obras, los almerienses nos encontraremos en la casilla de salida, con una ciudad que permanecerá dividida, que seguirá profundamente marcada por una brecha de casi 1 km de vías en
superficie, desde el recién derribado puente de la avenida del Mediterráneo hasta la nueva y anodina estación intermodal. La guinda del pastel será cuando veamos levantada una nueva pasarela
peatonal, similar a la que también fue derribada no hace tanto, solo a unos cuantos metros de distancia, perpetuando que esa sea la única 'solución' para cruzar las vías y pasar
de un lado a otro de la ciudad. Eso sí, la gran novedad que aportará es que estará preparada para usaren ella la bicicleta. Hemos invertido cientos de millones de euros en una obra para no
resolver el problema fundamental, que era unir de una vez la ciudad. La gestión del soterramiento no solo demuestra una falta de visión estratégica, de ambición clara de mejora, ser el
primer hito de la Almería del futuro, como en su momento supuso la remodelación de la Rambla. Existe una preocupante desconexión de la clase política actual con las verdaderas necesidades y
prioridades de los almerienses. Las consecuencias de estas decisiones las pagaremos y se sentirán durante décadas, afectando a la movilidad, a la calidad de vida y a la imagen de nuestra
ciudad.