Javier Gómez Granados: UDA, producto tóxico | Ideal

Javier Gómez Granados: UDA, producto tóxico | Ideal


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Era un secreto a voces que el vestuario de la UD Almería es una sala de tortura. Lo transmiten los jugadores sin pudor alguno cuando, ... semanalmente, se presentan sobre el césped. Los


gestos, las caras, la apatía, la desgana y los reprochen se ven desde la grada del estadio de los Juegos Mediterráneos y casi más claramente por televisión, cuando viajan por ahí a recibir


su habitual goleada. No hay disimulo. No hay intención de ocultarlo. En cualquier caso, sólo faltaba el certificado de mala calidad de ese vestuario. Algo difícil de obtener porque exige que


alguien, desde dentro, ponga el sello con un golpe seco. Y fue el que menos esperábamos, más que nada porque es un tipo sosegado, medido, veterano y curtido en momentos desesperantes. Rubi,


tratando de esconder el mensaje en sus palabras para intentar no decir lo que sí dijo, ensalzó sin mucho interés algunos puntos fuertes de su equipo minimizando que la unión no es la mayor


virtud que atesoran. Vamos, que el ambiente no hay quien lo respire. Ni siquiera él. Esa afirmación con la boca pequeña del bueno de Rubi rubricó la toxicidad de una plantilla enferma sin


posibilidad de recuperación. No se soportan, ya desde el año pasado, y se nota. El problema es que, de tanto contagiarse unos a otros, el virus de la desgana ha infectado al propio Rubi y ha


llegado más lejos aún, alcanzando de lleno a la entusiasta afición que ya pasa, literalmente, del producto infumable de un jeque, también contagiado, que ha cogido las de Villadiego. Total,


que así las cosas, la UDA aún puede entrar en puestos de play off. Incluso, si les diera por tener un instante colectivo de dignidad, podrían hasta alcanzar el objetivo del ascenso. Pero


aunque eso ocurriera, el aire no dejaría de ser tóxico y letal. Hasta el punto de que estos futbolistas, sea en Primera o en Segunda, deben dejar de jugar juntos el próximo mes de junio y


jamás volver a vestir la elástica rojiblanca que han denigrado por animadversiones personales y egos estúpidos y pueriles. Turki, que llegó, vio y finalmente perdió, se marchará pronto


dejando algún buen recuerdo, sueños incumplidos, promesas vacías y un hedor irrespirable que, ojalá, se evapore definitivamente cuando se marche del todo el ministro y su plantilla tóxica.


Eso sí, aquella racha victoriosa que llevó a la UDA al liderato se estudiará, algún día, en manuales de parapsicología.