
Los combatientes del fraude de aarp ven el verdadero costo de las estafas a diario
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Dan Smith, abogado jubilado de 74 años y voluntario de la oficina de Denver de la Línea de ayuda de la Red contra el Fraude, de AARP, habla por teléfono con Becky, quien le cuenta que perdió
$16,000 en una estafa de impostores de PayPal. Ella no sabe qué hacer y no quiere que su esposo se entere. “Me revuelve el estómago”, dice ella, explicando cómo empezó todo con un correo
electrónico sobre un cargo sospechoso; para eliminarlo, le dijeron, tenía que llenar un formulario en línea. Cuando lo hizo, los estafadores lograron apoderarse de su computadora. “Fue tonto
de mi parte pensar que las personas son honestas”. Smith le asegura que no es tonta y que, por desgracia, no está sola. “Esta estafa es angustiosamente común. Siento mucho que le esté
ocurriendo esto”. A continuación, explica cómo protegerse de pérdidas adicionales, lo que incluye limpiar su computadora de malware y solicitar un nuevo número de cuenta bancaria y
contraseña. “Llámenos cuando quiera”, añade, antes de terminar la llamada de 15 minutos. Smith es desde hace tiempo voluntario de la línea de ayuda gratuita de AARP, una de las mayores
operaciones de este tipo en Estados Unidos. Cuenta con voluntarios que escuchan las historias de las víctimas, las ayudan a denunciar delitos, a encontrar asesoramiento psicológico o
financiero, etc. Además de los habituales, como Smith, que acuden a la sede del centro de Denver, hay más de 160 voluntarios en todo el país que realizan el trabajo a distancia. Dirigido por
Amy Nofziger, directora de Apoyo a las Víctimas de Fraude de AARP, el equipo responde a unas 150 llamadas diarias. Todos son examinados primero por un equipo capacitado, que pasa a los
voluntarios de la línea de ayuda las llamadas que necesitan ayuda urgente. El equipo de la línea de ayuda se aloja en un edificio sin pretensiones del centro de la ciudad, donde los
voluntarios se instalan en oficinas individuales. A veces asoman la cabeza para pedir algún consejo a un compañero voluntario o a Nofziger, que tiene en su oficina un peluche de una llama
azul, disponible para dar abrazos cuando alguien se siente abrumado por una historia trágica. Un día reciente, en la pantalla de la computadora portátil de Smith aparecía una lista de
víctimas de estafas a las que había que devolver la llamada. “Las llamadas más difíciles son aquellas en las que alguien lo ha perdido todo”, afirma. No es raro.