Por qué es importante que te diviertas más

Por qué es importante que te diviertas más


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Existe una creencia común entre personas de todas las edades de que el principal obstáculo que nos separa de una existencia alegre y feliz es la falta de tiempo libre. Nos decimos a nosotros


mismos que si tuviéramos más tiempo ocioso —ya sea al jubilarnos o incluso en un simple fin de semana largo no planificado— seríamos más felices, sin necesidad de pensar o esforzarnos. Tal


vez ya hayas descubierto esto por ti mismo: trabajas horas extra para “ganarte” las vacaciones y luego te pasas todo el tiempo en la playa mirando el correo electrónico. O finalmente te


jubilas y te sorprendes al ver que la falta de interacción con tus colegas te deja una sensación de soledad en vez de hacerte sentir relajado. En casos extremos, podrías incluso experimentar


lo que el psiquiatra y sobreviviente del Holocausto Viktor Frankl describió de forma dramática en su libro de 1946 _Man’s Search for Meaning_: la “neurosis del domingo”, es decir, “ese


tipo de depresión que aflige a las personas que advierten la falta de contenido en su vida cuando se acaba la prisa de la semana ajetreada y se hace evidente el vacío que llevan en su


interior”. El problema es que la mayoría de nosotros no hemos aprendido a usar nuestro tiempo libre en forma eficaz, y entonces terminamos sintiéndonos aburridos o insatisfechos en vez de


estar satisfechos y felices. Entonces, ¿cómo exactamente puedes aprender a usar tu tiempo libre en forma más eficaz y evitar caer en un vacío existencial? Concéntrate en la diversión. Ya sé


que eso puede sonar ilógico, pero escúchame. No importa con qué frecuencia usemos la palabra, la mayoría de nosotros no hemos pensado mucho en el verdadero significado de “diversión”, y


mucho menos en cómo divertirnos más.   La consecuencia es que, a menudo, llenamos nuestro tiempo libre (y, si vamos al caso, nuestro vacío interior) con actividades que se nos venden como


divertidas, pero que, si lo piensas, con frecuencia nos dejan con una sensación de adormecimiento o vacío —que no es lo que la mayoría de nosotros buscamos sentir en ningún momento, y mucho


menos en el tiempo que se supone debe ser de ocio—. LA TRAMPA DE LA TELEVISIÓN En el 2020, las personas mayores de 65 años miraron, en promedio, más de 4.5 horas de televisión por día en


Estados Unidos, mientras que las personas de entre 55 y 64 años miraron aproximadamente 3.2 horas diarias. Si aceptamos que la persona promedio duerme alrededor de ocho horas, esto significa


que muchos pasan la cuarta parte del tiempo que están despiertos frente al televisor. A eso súmale la cantidad de tiempo que pasamos en el teléfono y otros dispositivos, y no es disparatado


concluir que muchas personas pasan la mayor parte de su tiempo de vigilia consumiendo pasivamente contenido en una pantalla. En verdad, el tiempo frente al televisor en ambos grupos de edad


es más del doble del tiempo total que las personas reportaron dedicar a socializar y comunicarse, relajarse y pensar, jugar juegos, leer por interés personal y participar en deportes,


ejercicios físicos o actividades recreativas. Por supuesto, algo de lo que vemos en televisión puede ser genuinamente placentero y relajante. Pero la cantidad desproporcionada de tiempo


dedicado a la televisión sugiere que algo de su atractivo se deriva de su comodidad y accesibilidad. Después de todo, es mucho más fácil dejar que nuestro tiempo se llene en lugar de pensar


en cómo querríamos llenarlo nosotros, y las plataformas que transmiten en directo nuestros programas favoritos están intencionalmente diseñadas para alentarnos a ver sus productos sin parar.


(Reed Hastings, el director ejecutivo de Netflix, dijo una vez que la principal competencia de su empresa era el sueño).  El resultado es que muchos de nosotros continuamos mirando hasta


muy pasado el punto de entretenimiento. Y esto es un problema, porque al igual que sucede con el consumo de comida basura, los atracones de televisión pueden satisfacer un antojo, pero no


nos nutren. Y cuando se consume en exceso, puede hacer que nos sintamos pesados.